Urkullu deja al descubierto el flanco de las víctimas

EL CORREO 06/04/14

· El cese de Txema Urkijo cierra una década de gestión con los afectados por el terrorismo y abre una incógnita sobre el relevo en este área

Las claves
· Trayectoria
Junto a Maixabel Lasa y Jaime Arrese logró tejer complicidades entre las víctimas y el Gobierno vasco en una época difícil
· Amenazas
Su implicación le situó en la diana de ETA, como a muchos cargos públicos, obligándole a llevar escolta
· Al llegar a Ajuria Enea en 2011
Urkullu le mantuvo por la experiencia que atesoraba en un cargo en el que la confianza es fundamental
· Incompatibilidad
El cese se debió a las fuertes discrepancias «larvadas» con Jonan Fernández
· Relevo en el cargo
La elección del nuevo asesor corresponderá a Fernández, con el visto bueno del lehendakari

 

A finales de enero de 2013 Iñigo Urkullu cerraba la estructura de la Secretaría de Paz y Convivencia, cuyo liderazgo ya había depositado en Jonan Fernández. Lo hacía con un nombre, el de Txema Urkijo, asesor de Maixabel Lasa en la Dirección de Víctimas. Apenas un año y dos meses después la ‘aventura’ llegó el pasado miércoles a su fin. El lehendakari anunció su cese inmediato y, con ello, dejó abierto un flanco importante en un área de su gobierno –aunque también a nivel personal– extremadamente delicada: la atención a los damnificados. Cubrir el hueco que deja Urkijo no parece tarea fácil. En manos de Fernández, y en última instancia en las de Urkullu, queda ahora la misión de encontrar a una persona cercana a los colectivos de víctimas, algunos muy críticos con la destitución de su «único contacto» con el Ejecutivo de Vitoria, y que no despierte los recelos de la oposición.

El lehendakari optó por mantener a Txema Urkijo, en un gesto calculado, debido a la experiencia que éste atesoraba en la atención a los afectados por el terrorismo. Su permanencia en el Gobierno vasco buscó, además, contrarrestar, aunque no con demasiado éxito, la desconfianza que en las víctimas despertó el nombramiento de Jonan Fernández como secretario de Paz y Convivencia. La andadura de Urkijo como asesor arrancó hace ya doce años de la mano del entonces jefe del Ejecutivo autónomo, Juan José Ibarretxe, donde coincidió con Maixabel Lasa. La viuda del que fuera gobernador civil de Gipuzkoa, Juan Mari Jáuregui, asesinado por ETA en Tolosa, decidió abandonar la política al término de la pasada legislatura. Urkijo fue uno de los fundadores de Gesto por la Paz y ejerció como director de Derechos Humanos en 2002, entonces bajo la batuta de EA.

Si algo ha caracterizado el trabajo de este abogado natural de Llodio es la discreción. No es de extrañar, en este sentido, que haya quienes no tengan claro del todo cuál ha sido su función en los sucesivos gobiernos vascos. Sus inicios no fueron un camino de rosas. Todo lo contrario. Hace una década el escenario que se vivía en Euskadi era bien distinto y el Ejecutivo de Vitoria carecía de credibilidad entre las víctimas, con quienes no les unía relación alguna. Urkijo, junto a sus compañeros y amigos Maixabel Lasa y Jaime Arrese, fueron los encargados de tejer complicidades entre ambas partes, con la «ilusión» –así lo manifestó entonces el ahora exasesor de Lakua– de «rebajar la tensión» existente. Y, con sus más y sus menos, lo consiguieron.

A sus espaldas quedaron multitud de viajes a diferentes comunidades autónomas –pocos de ellos salieron a la luz–, gestiones de diferente índole y llamadas intempestivas. Su empatía se tradujo en un reconocimiento institucional sin precedentes hacia un colectivo olvidado durante décadas, el de las víctimas. Primero, a las del terrorismo, y después –todavía queda camino por recorrer en este segundo ámbito– a todas las personas que sufrieron una vulneración de derechos humanos con una motivación política. Urkijo formaba parte, como miembro del Gobierno vasco, de la comisión encargada de valorar las solicitudes de posibles casos de abusos policiales. Un puesto que también deberá ocupar su sustituto. La implicación que demostró en su trabajo, y su cada vez mayor relevancia pública, le situó en la diana de ETA, obligándole, como a otros muchos cargos, a llevar escolta durante años.

La polémica de la carta
En su última etapa como asesor de la Dirección de Víctimas, tres han sido las principales iniciativas en las que ha dejado su huella. Pero también en las que se ha volcado a nivel personal. Se trataría del proyecto ‘Glencree’, un programa de encuentros entre damnificados de diferente índole que se llevó a cabo entre 2007 y 2011, cuyo objetivo no era otro que el de entrar en contacto con otras experiencias y tomar conciencia de lo injusto de la violencia. Con la vista puesta en la convivencia, Urkijo impulsó en esta legislatura una prueba piloto inspirada en esta iniciativa a nivel municipal y universitario, con ciudadanos anónimos de diferentes perfiles. Su continuidad está ahora en manos de Jonan Fernández. De igual modo, Urkijo fue uno de los encargados de sacar adelante la apuesta del Ejecutivo de Patxi López por llevar el testimonio presencial de las víctimas del terrorismo a los colegios vascos. Programa este último que sigue vigente, aunque con ciertos cambios, tras la vuelta del PNV a Ajuria Enea.

Partidario del acercamiento de los presos de ETA a Euskadi, es un firme defensor de la ‘vía Nanclares’ y de los encuentros entre víctimas y presos disidentes de la banda. Precisamente, su decisión de retener una carta de uno de estos reclusos dirigida a un herido en un atentado puso el foco sobre su persona en vísperas de su cese. Urkijo admitió haberse quedado con la misiva al no ver garantizadas las condiciones de «discreción» que le exigía Kepa Pikabea para su entrega.

 El Colectivo de Víctimas del Terrorismo de Euskadi (Covite) no dudó en pedir su dimisión, sin que nadie del Ejecutivo saliera en su defensa. Pese a que en un primer momento desde el Gobierno vasco –en palabras de su portavoz, Josu Erkoreka– se estimó que dicho gesto constituiría una «información relevante para evaluar la gestión de un cargo público», el lehendakari optó por desligar lo ocurrido con la carta del motivo real de la salida de Urkijo de Lakua. Es más, este último afirmó también que nada tenía que ver una cosa con la otra.

Una persona «cercana»
Las discrepancias, de método y de fondo, entre Urkijo y Fernández puso al lehendakari en la tesitura de tener que elegir entre uno de los dos. Y dado que el secretario de Paz y Convivencia fue una apuesta personal suya, la balanza se inclinó hacia el lado del excoordinador de Elkarri. El cese del asesor de Víctimas no tardó en suscitar las críticas de PSE y PP, que ven en este gesto una muestra de la «incapacidad» de Jonan Fernández, e indirectamente de Urkullu, para lograr «consensos entre diferentes». Temen, a su vez, que suponga una deriva del Gobierno vasco hacia la apuesta de la izquierda abertzale por «blanquear el pasado».

En el Ejecutivo de Vitoria no lo tienen fácil. Y es que a la polémica que acompaña la salida de Urkijo –que se prevé se alargue durante un tiempo, pese a que desde Lakua prefieran cerrar este capítulo cuanto antes– se suma la necesidad de dar en el clavo con la persona que ocupe su puesto. La elección de quién pasará a ser el o la nueva asesora de víctimas de Lakua corresponderá a Jonan Fernández, con el fin de evitar nuevas fricciones en el equipo. El sustituto, ahora bien, deberá contar con el visto bueno del lehendakari.

En el Gobierno vasco tienen claro cuáles son las características que debe cumplir dicha persona. No sólo deberá ajustarse a la metodología de trabajo implantada por el secretario de Paz y Convivencia, sino también que las víctimas puedan verle o verla como alguien «cercano», que conozca y haya tenido relación con las asociaciones de damnificados y tenga capacidad para generar empatía con ellas. En el plano político, el consenso será, asimismo, de vital importancia. Así, el objetivo es que el o la nueva asesora pueda contar con el beneplácito de, al menos, las cuatro grandes fuerzas políticas vascas, algo que se presenta cuanto menos complicado. O, al menos, que no genere una gran polémica.

El deseo del Ejecutivo es adoptar una decisión cuanto antes. Confían en esta línea en dar un nombre en una semana o dos, como mucho. No se descarta que este puesto se cubra con una persona que ya forma parte del organigrama de Lakua y que, por tanto, abandonaría sus actuales funciones para pasar a dedicarse en exclusiva a esta materia. Lo que no parece probable es que el cargo pueda recaer en una víctima.