Albderto Ayala-El Correo
Las unidades didácticas deben perseguir un único objetivo: que los jóvenes vascos sean conscientes de las tropelías de ETA, sin falsas equidistancias
Lo escribí cuando se conoció el desafortunado contenido inicial del programa ‘Herenegun!’, dirigido a trasladar la historia de ETA a los institutos, y quiero repetir. El lehendakari Urkullu se la juega con este asunto.
Y es que no nos encontramos ante una decisión de gobierno más, o ante una ley, por importantes que pudieran ser. Nos hallamos ante algo de mucha más trascendencia. Un asunto mollar.
Hablamos de cómo hacemos llegar a nuestros jóvenes las tropelías perpetradas por ETA en medio siglo de repugnante historia. Para que nunca se repitan ni el crimen, ni la extorsión ni la violencia de persecución. Pero, además, para que nadie intente justificarlas por nada.
Saludé la decisión del jefe del Ejecutivo vasco de abrir un paréntesis para que la Secretaría de Convivencia de Jonan Fernández recogiera cuantas sugerencias tuvieran a bien formular asociaciones de víctimas y partidos. Y no tengo sino que volver a aplaudir que Ajuria Enea renuncie ahora a llevar deprisa y corriendo las contestadas unidades didácticas a los institutos este mismo curso con el fin de disponer de unos meses más de margen para reformar ‘Herenegun!’ y hacerlo con el máximo consenso posible. Ojalá que el desencuentro PNV-PSE y la cercanía de las elecciones del 26-M no haya influido… demasiado.
No, no somos esclavos de nuestro pasado, pero existe y debe ser tenido en cuenta. Por eso permítanme que les reconozca un cierto recelo hacia el final que pueda tener esta historia. Por lo dicho y lo actuado hasta ahora por el señor Jonan Fernández. Por todo él. Pero también por lo actuado por el lehendakari.
No me cansaré de ponderar las seguro que sinceras palabras de condena del terrorismo etarra que una y otra vez han salido de labios de Iñigo Urkullu. Otro tanto cabe decir de la distancia que ha querido y ha sabido poner con la banda en momentos relevantes. Por ejemplo, en el anuncio de su autodisolución, derrotada por la democracia y sin haber logrado ni uno solo de los objetivos políticos que pretendía.
No es menos cierto que el presidente de la ejecutiva nacional de su partido, del PNV, Andoni Ortuzar, no dudó en acudir a ese acto propagandístico, ayudando con ello a darle relevancia, sin duda movido por el habitual afán de los jeltzales de cubrir el mayor espacio político posible, y de achicar espacios a la izquierda abertzale, su gran competidor.
Pero lo anterior tampoco me hace olvidar que fue el jefe del Ejecutivo vasco quien llevó a Jonan Fernández a su círculo interior de Ajuria Enea. Que es él quien le ha mantenido contra viento y marea. Y quien defendió las indefendibles unidades didácticas que Fernández y su equipo alumbraron cuando más arreciaban las críticas de víctimas, partidos políticos y medios de comunicación.
Fernández insistió ayer en que hay que «deslegitimar toda violencia y no ocultar nada de lo que ha ocurrido en este país». Por supuesto. Ni el franquismo, ni el terrorismo de Estado, ni las torturas, que existieron, que están ahí, pueden servir para justificar a los asesinos de ETA.
Señor lehendakari, señores del PNV, ¿están dispuestos a que eso sea lo que se cuente a nuestros jóvenes, sin equidistancias del todo intolerables? ¿Están dispuestos a que nuestros jóvenes escuchen también a viudas de policías nacionales y de guardias civiles que cuenten cómo fueron sacadas un día de Euskadi en el silencio de la noche, casi a escondidas, con un féretro al lado con los restos de su marido, por mucho que siempre hayan deseado que la única policía que exista en el País Vasco sea nuestra Ertzaintza?
Eso es lo que sobra y lo que falta en las unidades didácticas de Jonan. Como bien saben.
Quedo a la espera de si siguen con el resto de los demócratas o regalan una tercera vía a los asesinos y sus cómplices.