PEDRO CHACÓN-El Correo

  • No es cierto que Euskadi fuera soberana en aquella época cuando ni siquiera formaba una unidad política y aquí ejercían los corregidores del rey de Castilla

Sugerir siquiera la posibilidad de que antes de 1839 Euskadi fuera soberana choca de bruces con la realidad histórica. Que esto lo tenga escrito Sabino Arana resulta coherente con el resto de su pensamiento político, como cuando decía que las villas vizcaínas eran algo así como los arietes de la españolización de Bizkaia porque habían sido fundadas por los Señores en representación del rey de Castilla. Imaginemos la aberración de que las diecinueve villas históricas vizcaínas no formaran parte de la auténtica Bizkaia, que solo estaría integrada por anteiglesias, como quería el ‘maestro’ de Abando. Que cosas así las dijera el fundador del PNV del siglo XIX se explica porque levitaba en pleno furor ideológico. Pero que, pasado ya más de un siglo, todo un lehendakari todavía repita alguna de ellas sitúa a la primera autoridad de la comunidad autónoma en una especie de pensamiento mágico o incluso animista, impropio de su posición política.

El mayor mito del nacionalismo vasco, el de la soberanía anterior a 1839, debe su persistencia a varios factores. Buena parte de culpa la tienen los constituyentes de 1978, que lo utilizaron en la disposición derogatoria segunda para ganarse al nacionalismo vasco. Objetivo fallido, como se sabe, puesto que el PNV abogó por la abstención en el referéndum constituyente. Pero ahora aquella disposición derogatoria segunda, que entonces fue despreciada, parece que sí le conviene usarla.

El caso es que tanto la ley de 1839 como la de 1876 son fundamentales para entender la historia contemporánea vasca y española. La ley foral de 1839 porque articuló el poder de la foralidad vasca liberal, que vivió su etapa dorada entonces y que dio como resultado el reforzamiento de las diputaciones forales sobre las Juntas Generales tal como las conocemos hoy. Y la de 1876 porque dio pie a que en 1878 se pusiera en marcha nada menos que el sistema de Conciertos Económicos.

Pensar que antes de 1839 el País Vasco era soberano es ignorar tantas cosas de la Historia que no sabríamos por dónde empezar. Ni que decir tiene que el País Vasco ni siquiera existía como lo conocemos hoy. Existían el Señorío de Bizkaia -título histórico suprimido por los nacionalistas en sesión de Juntas Generales un 15 de diciembre de 1986, en un alarde antiforal insuperable- y las provincias de Gipuzkoa y Álava. Hasta 1936, con la aprobación del primer Estatuto vasco, no formaron unidad política; y eso en teoría, porque la guerra civil ya había estallado y solo quedaba Bizkaia en manos republicanas. Otra prueba es la de la Guerra de Convención, de finales del XVIII, cuando las tropas francesas ocuparon Bilbao y San Sebastián y el acuerdo de paz consistió en que España pagaba a Francia con su mitad de la isla de Santo Domingo a cambio de desocupar el territorio vasco invadido porque, por supuesto, era de soberanía española. Y la prueba más espectacular es que aquí ejercían también los corregidores, que representaban al rey de Castilla, desde 1370 en Bizkaia y desde 1379 en Gipuzkoa. Y si no existieron en Álava es porque el rey no quiso. Fueron enviados en plena guerra de bandos para poner orden cuando los señores feudales y sus clientelas se mataban unos a otros. Y aquí se quedaron, como era usual en toda la corona de Castilla, presidiendo los órganos locales -aquí Juntas y diputaciones, impartiendo la justicia, manteniendo el orden público e regulando la economía, siempre en nombre del rey, hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se acabaron convirtiendo en gobernadores civiles.

Así que cuando este lehendakari aboga por un Concierto político, queriendo trasladar al ámbito político global la metodología del diálogo bilateral sobre la fiscalidad, debería pensar que esa misma metodología incluye también un Cupo; en este caso debería ser un Cupo político, del orden de tener que reconocer que España también es una nación, que incluye los territorios vascos, al menos desde cuando esos corregidores vinieron a Bizkaia y Gipuzkoa a finales del siglo XIV.

El nacionalismo está acostumbrado a obtener muchas cosas a cambio de apoyar, sin ningún desgaste político, tanto al PP o al PSOE según convenga. Pero cesiones de tipo ideológic, ¿cuándo ha hecho? ¿Por qué esas solo le tocan a la otra parte, a España?