KEPA AULESTIA-EL CORREO

Aunque el titular se lo lleven los votos del PNV que necesita Sánchez, Euskadi depende más que nunca de la estabilidad en el conjunto de España

El coronavirus desafía al gobierno de Urkullu y Mendia, impidiéndole el desarrollo de un programa ambicioso o de cambio en la nueva legislatura. La virtud de proceder a una moratoria en sus aspiraciones soberanistas por parte de los jeltzales responde a la necesidad de estabilizar su poder institucional. Pero la sujeción a «un nuevo pacto estatutario para una generación» tampoco debería presentarse como un dechado de realismo cuando no puede obviar las dificultades a las que se enfrentarán Ajuria Enea y Lakua. «No hay dinero» será la frase más repetida durante 2021 y 2022. Hasta la presidenta del Consejo Escolar de Euskadi, Nélida Zaitegi, lo advierte así cuando en puertas de un inicio de curso tan cuesta arriba declara que «el reto no es pedir más recursos sino optimizar los que ya existen».

El problema es que a partir de una bajada del 20% de la recaudación en el primer semestre de 2020, y de la desconcertante sucesión de nuevos brotes epidémicos en julio y agosto, las administraciones públicas no pueden comprometer un euro más que la parte del Presupuesto ya hipotecado -los costes de su propio funcionamiento-. Y tampoco cuentan con margen para reordenar de manera significativa los recursos materiales y humanos disponibles. La pandemia ha puesto en su sitio la presunción de que aquí hacemos las cosas mejor que en otras partes. La incidencia sostenida de esta segunda ola de la Covid-19 en Euskadi resulta tan inexplicable que invita a un máximo de humildad colectiva e institucional, sin jactancia alguna.

Dos límites añadidos para Urkullu y Mendia. Por una parte, aunque el titular se lo lleven los votos del PNV que necesita Sánchez, Euskadi depende más que nunca de la estabilidad política en el conjunto de España. Y del lugar que las necesidades españolas ocupen entre las preocupaciones del conjunto de la Unión. Con un Gobierno central sin mayoría, hasta un desaire por parte de Iglesias a cuenta de no se sabe qué podría acabar perjudicando a la foralidad. Además, el funambulismo al que tantas veces recurre Pedro Sánchez amenazará inevitablemente con tensar la relación entre el lehendakari y la vicelehendakari. Por la otra, a diferencia de lo que ocurrió durante la primera ola de la Covid-19, esta vez la contestación política y social ante la gestión pública no estará confinada. El acuerdo entre el PNV y el PSE sugiere que se instaurará un gobierno sin oposición ni contrapesos. Pero la legislatura se verá tan constreñida financieramente que la coalición entre nacionalistas y socialistas haría mal en empequeñecerse en la autosuficiencia, rehuyendo acuerdos parlamentarios o el encuentro con la sociedad organizada.