Jesús Cacho-Vozpópuli
Un caso claro de niña prodigio. Estrella emergente del equipo de la presidenta alemana Angela Merkel, Ursula Gertrud von der Leyen, 63, ocupó en 2005 la cartera de ministra de Familia y después la de Trabajo y Asuntos Sociales, aunque fue en 2013 cuando dio su gran salto adelante al convertirse en la primera mujer en hacerse cargo del ministerio de Defensa, un puesto siempre complicado. Y allí fue donde Von der Leyen, avalada por una intachable reputación de “mujer para todo”, gozando siempre de la confianza de Merkel, arruinó su reputación. Porque en Defensa tuvo que enfrentarse a denuncias de plagio de su tesis doctoral (les suena, ¿no?), a acusaciones de falta de liderazgo, a sucesivos problemas sobre la falta de operatividad de los equipos de la Bundeswehr, e incluso a sospechas de corrupción en compras de material militar que pusieron su figura contra las cuerdas. Tal vez un principio de Peter como un piano. Las polémicas, sin embargo, no arruinaron su carrera política, antes al contrario, Von del Leyen se convirtió el 1 de diciembre de 2019 en presidenta de la Comisión Europea en sustitución del holandés Jean-Claude Juncker.
Han sido, sin embargo, las compras de las vacunas anti-covid por ella dirigidas como primera autoridad de la Unión las que han terminado por arruinar esa imagen suya de mujer eficiente y delicada como una figura de porcelana china. La suya y la de la chipriota Stella Kyriakides, comisaria de Salud y Seguridad Alimentaria, y la de la italiana Sandra Gallina, directora general de Salud. A la altura de este domingo, 28 de marzo, apenas el 11,3% de la población europea (448 millones) ha recibido la primera dosis y menos de un 5% las dos necesarias para alcanzar la inmunidad, muy lejos de los porcentajes de vacunación alcanzados por países como Estados Unidos, Israel, Reino Unido (RU) y otros. Entre la incredulidad y la rabia, el ciudadano de la UE se resiste a creer que las cabezas rectoras de la espléndida, poderosa, siempre envidiada Europa hayan podido ser engañadas por los ejecutivos de varias compañías farmacéuticas, alguna de las cuales produce la vacuna en territorio comunitario para exportarla luego. más de un año después de declararse la pandemia, las dosis prometidas no han llegado a destino, mientras se sigue profundizando la ruina económica y, lo que es más grave, siguen muriendo europeos por millares víctimas del virus, con la mayoría de los países a punto de “celebrar” la Semana Santa cerrados a cal y canto.
Apenas el 11,3% de la población europea (448 millones) ha recibido la primera dosis y menos de un 5% las dos necesarias para alcanzar la inmunidad
Un escándalo sin paliativos, consecuencia, en parte, de la falta de experiencia de las tres dirigentes, con Von der Leyen a la cabeza, a la hora de negociar grandes contratos de suministro estratégico que, hasta cierto punto, son normales, incluso rutinarios, en cualquier Estado. Cuando los Gobiernos de Washington y Londres decidieron involucrarse en la financiación de las investigaciones para el hallazgo de una vacuna, lo hicieron imponiendo a las farmacéuticas estrictas obligaciones de suministro prioritario a sus respectivos países. EE.UU. invocó incluso la Defense Production Act por la cual las vacunas no podrían ser exportadas hasta que no se hubieran entregado las dosis necesarias para vacunar a la población americana. Bruselas, en cambio, negoció con la anglosueca AstraZeneca (AZ) liberando a la farmacéutica de cualquier compromiso similar. Simplemente se le reclamó “sus mejores esfuerzos” para cumplir con las entregas. ¿Resultado? AZ ha hecho lo que más ha convenido a su cuenta de resultados. Los 100 millones de dosis comprometidos para entrega en el primer trimestre quedaron pronto reducidos a 30, de los cuales finalmente ha entregado 17 por “falta de capacidad de producción”.
Los negociadores de la Unión, por otro lado, pusieron todo su empeño en lograr el mejor precio posible, cuando lo importante era asegurar las dosis suficientes en los plazos correctos. Al final, y como ha declarado el eurodiputado Luis Garicano, “lo barato sale caro”. Más grave aún, en tanto en cuanto pone al descubierto alguno de los males de siempre del proyecto europeo, fue el especial énfasis puesto por los equipos de Von der Leyen a la hora de cubrir todos los flancos desde el punto de vista de la responsabilidad civil sobre cualquier contingencia derivada de la administración de la vacuna. Es lo que en Bruselas llaman “principio de precaución”. Miedo a flor de piel. “La UE nunca se ha tomado esta pandemia como una guerra, y esto es una guerra, una guerra en la que están en juego millones de vidas”, añade Garicano. El pánico a los antivacunas ha retrasado las negociaciones y ha desviado el tiro de lo importante, el suministro y los plazos. Al final, no hay seguro en el mundo capaz de cubrir una contingencia grave causada por un eventual mal funcionamiento de la vacuna. Ante la amenaza de una guerra, la obligación de la elite dirigente es pertrecharse para la guerra. Falta de agallas y ausencia de liderazgo.
La UE tiene miles de funcionarios pagados a precio de oro, pero incapaces de tomar decisiones rápidas ante situaciones de emergencia
Un tercer elemento retardatorio ha sido la extrema lentitud en la aprobación de las vacunas, o la losa de una burocracia que desde el principio de los tiempos atenaza al proyecto europeo. Un paquidermo lento de reflejos. Miles de funcionarios pagados a precio de oro, pero incapaces de tomar decisiones rápidas ante situaciones de emergencia, a tenor con la arquitectura institucional de una Unión diseñada para alcanzar complicados compromisos entre 27 países en negociaciones de cientos, quizá miles de horas, en acuerdos que a veces se cierran a altas horas de la madrugada, todo ello reñido con el diseño de una estructura ágil y eficiente, capaz de reaccionar con determinación y cueste lo que cueste ante situaciones graves sobrevenidas.
Meses después del inicio de la campaña de vacunación, el ritmo sigue siendo desesperantemente lento. Situación insostenible e inaceptable, más aún si se tiene en cuenta que la Unión no ha tenido dosis para vacunar en tiempo y forma a su población, pero sí para exportar. En efecto, entre el 1 de diciembre y el jueves 25 de marzo, han salido de la UE un total de 77 millones de dosis con destino a 33 países. De dicha cantidad, 21 millones se enviaron a RU, lo que equivale a decir que de dos terceras partes de los 31 millones de dosis que a día de hoy Londres dice haber administrado a su gente fueron fabricadas en suelo europeo. Por el contrario, la UE no ha recibido ninguna dosis producida en suelo británico. Por bordear, se ha bordeado incluso el ridículo. En efecto, el lunes supimos que una unidad de élite de los Carabinieri, actuando a las órdenes de Bruselas, había descubierto 29 millones de dosis escondidas en una fábrica cercana a Roma, lo que pareció confirmar la sospecha de que AZ estaba exportando dosis en secreto a RU sin cumplir los contratos firmados con Bruselas. Sin embargo, funcionarios comunitarios se vieron obligados a reconocer el miércoles que la noticia era falsa, y que la mayoría de las dosis descubiertas estaban destinadas a la propia UE. Un ministro portugués (presidencia rotatoria en Lisboa), calificó el episodio como “el más embarazoso en la historia de la UE”.
El retraso en el calendario de vacunación es ya de siete semanas frente a las cinco de principios de febrero y podría costar a los 27 la friolera de 123.000 millones en 2021, según un cálculo hecho público este jueves por la aseguradora Euler Hermes. En España, solo el 50% de los mayores de 80 años ha recibido al menos la primera dosis de la vacuna, lo que supone alrededor de 1,2 millones de personas. El objetivo de tener vacunada al 70% de la población de la Unión a finales del verano parece inalcanzable. “No tiene sentido llorar por la vacuna derramada”, decía un editorial de Le Figaro del martes 23. Sí lo tiene la exigencia de “empezar a vacunar siete días a la semana, día y noche, para compensar semanas de improvisación”, en la confianza de que las dosis necesarias terminarán por llegar. Ha llegado el momento de exigir “más vacunas y menos palabras”.
El miércoles, Bruselas reforzó el “mecanismo de transparencia y autorización para la exportación de vacunas contra Covid-19”, creado a finales de enero, que permitirá a los 27 bloquear la exportación a partir de ahora y presionar a los laboratorios para obligarlos a entregar la cantidad comprometida bajo contrato. Von der Leyen y su equipo se esfuerzan ahora en enviar mensajes esperanzadores, enfatizando que las vacunas van a empezar a llegar por fin como agua de mayo. Según la comisaria, la Unión recibirá en el segundo trimestre 360 millones de dosis, incluidas 200 de BioNTech-Pfizer, 35 de Moderna, 55 de Johnson & Johnson (la vacuna monodosis ya aprobada por el regulador), así como 70 de AZ (de los 180 millones inicialmente contratados).
El fracaso a la hora de vacunar con rapidez amenaza con hacer más daño a la imagen y al crédito de la UE que la mayoría de espinosas cuestiones (crisis del euro, Brexit, emigración, etc.) que hasta ahora han desgastado al proyecto
El fracaso a la hora de vacunar con rapidez amenaza con hacer más daño a la imagen y al crédito de la UE que la mayoría de espinosas cuestiones (crisis del euro, Brexit, emigración, etc.) que hasta ahora han desgastado al proyecto. Nadie ha explicado aún las razones de un fiasco que destruye la confianza, si alguna quedaba, en la capacidad de la elite dirigente instalada en Bruselas y suscita todo tipo de interrogantes sobre el futuro de la Unión en manos de semejante tropa. Los resultados son devastadores: exasperación ciudadana, ruina económica, quebranto de libertades básicas, suspensión de la democracia parlamentaria y daños morales y psicológicos para millones de ciudadanos. Una parte de Francia soporta ya un tercer encierro y la opinión del 81% de los franceses sobre el Gobierno Macron es que “no sabe a dónde va” (encuesta de Odoxa para Le Figaro y France Info) en la lucha contra la covid, movido solo por consideraciones políticas y electorales. Nunca como ahora la incertidumbre fue tan absoluta, y el futuro tan oscuro.
Nadie, que se sepa, ha reclamado la dimisión de Von der Leyen, pero tal vez vaya siendo hora de empezar a exigir responsabilidades, desde luego políticas pero también penales, por las decisiones tomadas y, sobre todo, por las no tomadas. Para España el corolario es desolador: ¿podemos fiarnos en que esta UE vaya a ser capaz de sacarnos del agujero en que nos ha metido un Gobierno que amenaza gravemente la estabilidad del país y algunos de nuestros derechos esenciales? ¿Va a ser capaz Bruselas de fiscalizar la utilización por este Gobierno de los fondos tan generosamente regados por los 27 para combatir los efectos de la pandemia? A diferencia de Macron, contra el que hoy dispara incluso la prensa de derechas, Pedro Sánchez es un señor que pasaba por allí y que no se siente concernido por ningún tipo de catástrofe. Sus conocimientos de cualquier cosa son limitados, pero ha aprendido que la mejor forma de escurrir el bulto es endiñar la responsabilidad a otros, en este caso a las CC.AA. Nunca se vio sobre la piel de toro semejante exhibición de criminal escapismo. El caso es que, a día de hoy, el bello capo que nos preside no ha recibido ni una crítica, ni el más leve rasguño. Más de 100.000 cadáveres le contemplan, pero él mira hacia otro lado. Como siempre. Como con todo. Un auténtico campeón.