ABC-ISABEL SAN SEBASTIÁN

¿Queda algún socialista a quien le repugne echarse en brazos de Iglesias, Junqueras y Otegi? Ninguno que se atreva a abrir la boca

PEDRO Sánchez amenaza con hacer bueno a José Luis Rodríguez Zapatero… ¡Que ya es decir! Si aquél entabló un proceso de negociación política con una banda terrorista a la que ofreció ominosas contrapartidas a cambio de que nos perdonara la vida, éste se dispone a humillarse y humillarnos aceptando las condiciones de un partido independentista llamado Ezquerra Republicana de Cataluña, cuyo máximo dirigente está en la cárcel por los delitos de sedición y malversación. Un partido frontalmente opuesto a la Constitución por la que nos regimos y a la Nación consagrada en esa Carta Magna. Un partido que va de la mano en Europa con los filoetarras de Bildu, encabezados por un terrorista que jamás ha condenado el sanguinario historial de la banda. Un partido corresponsable de haber arruinado Cataluña propiciando la fuga masiva de empresas y un enfrentamiento civil que ha dañado la convivencia hasta el punto de romper familias. A esa tabla de salvación va a agarrarse con tal de conservar la poltrona.

En tres años nuestro presidente en funciones ha liquidado tres de las cuatro siglas del partido que encabeza. O, mejor dicho, dos, puesto que la «O» de «obrero» era ya antes de él una mera concesión al romanticismo nostálgico. Resistían a duras penas la «E» de «español», que Sánchez está a punto de sacrificar definitivamente al separatismo, entregando nuestra soberanía y nuestra dignidad en pago por el alquiler temporal del Gobierno, y la «S» de «socialista», trocada por la «R» de «relativista» en función de lo que convenga. Permanece vigente la «P» de partido, puesto al servicio de un líder pagado de sí mismo, de ambición ilimitada, sin el menor escrúpulo en lo tocante a los medios necesarios para alcanzar o conservar el poder y sin más estrategia política que la precisa en cada momento con la vista puesta en La Moncloa.

Lo cierto es que tiene mérito. Pocos políticos sobreviven a una fetua como la que dictaron contra él sus propios compañeros en octubre de 2016, cuando el Comité Federal trató de salvar la honra y la identidad de la formación impidiendo a este iluminado trepar hasta la Presidencia con semejantes compañeros de viaje. Contra todo pronóstico, él solo venció a una organización centenaria, apoyándose en la misma militancia que ahora avala a la búlgara su pacto «progresista» con Podemos y, de manera tácita, el consiguiente acuerdo con ERC y Bildu, imprescindible para rematar la operación de «asalto al cielo». No hay más PSOE que esas bases y Sánchez es su profeta. Los órganos de dirección han muerto. La dirección colegiada no existe. El césar Pedro ordena y manda, al frente de su legión de doscientos mil afiliados, y quien discrepe, a callar, o ya sabe dónde está la puerta. ¿Queda algún socialista español a quien le repugne echarse en brazos de Iglesias, Junqueras y Otegi, tragando con sus condiciones? Ninguno que se atreva a abrir la boca, más allá de Rodríguez Ibarra o González, cuya influencia en el partido es a día de hoy nula. De los actuales, con voz y voto, no tenemos noticia. Si es que alguno se abochorna ante lo que está pasando, le faltan redaños para denunciarlo.

De modo que vamos derechos al gobierno de frente popular, con ministros comunistas en el Gabinete, una mesa de negociación bilateral encargada de tratar la «cuestión política catalana» al margen de las instituciones democráticas y un sistema de financiación privilegiado para Cataluña, que pagaremos a escote el resto de los españoles. Gracias, Sánchez, por tan alto servicio a la patria.