«¿Ustedes qué nación defienden, la española o la vasca?». Esto era lo que Ibarretxe espetaba a Patxi López en el debate de política general. ¡Dios mío, qué hartazgo! No hemos avanzado nada. El problema de la transformación plurinacional de España no es la existencia de varias naciones, sino de varios nacionalismos.
Recurriendo a la medida convencional de la identidad nacional subjetiva empleada en los estudios sociológicos y politológicos, el llamado Euskobarómetro (noviembre 2003) ofrecía los siguientes resultados: sólo vasco, 27%; más vasco que español, 23%; tan vasco como español, 35%; más español que vasco, 6%; sólo español, 5%. Frente a la obsesión característica de la visión nacionalista del mundo, empeñada en construir escalas de identidad nominales que dan lugar a categorías enfrentadas, radicalmente irreductibles entre sí -o/o, o una cosa o la otra, o vasco o español-, lo cierto es que la mayoría de esta sociedad mantiene una identidad mestiza, en la que las pertenencias vasca y española se mezclan en proporciones distintas, siendo en cualquier caso mayoritaria aquella que no siente contradicción entre ambas. Y aún habría que matizar mucho ese «sólo vasco» elegido por un 27%, en absoluto con un significado igual en todos ellos.
La cuestión del acomodamiento de los vascos en España ha sido siempre motivo de discusión entre los propios vascos. No hay más que leer Paz en la guerra de Unamuno, publicada en 1897, en la que narra las luchas entre carlistas y liberales en Bilbao; o recordar a los batallones de requetés navarros que se enfrentaron a los gudaris y a los muchos vascos que se identificaron desde un principio con los rebeldes franquistas y contribuyeron a la persecución y captura de oficiales fieles a la República. ¿Y qué decir de la violencia de ETA? Vascos que asesinan a otros vascos… Es por eso que mantener la tesis del enfrentamiento Euskadi-España da lugar a absurdos como el que señalaba Félix Ovejero en una atinada carta al director, refiriéndose a la exigencia del alcalde de Gernika de disculpas del pueblo español por el bombardeo del 26 de abril de 1937: «Según él, el presidente del Gobierno español, cuyo abuelo fue fusilado por los militares sublevados y cuya organización política fue represaliada por la dictadura, debe realizar un acto de reconciliación en nombre de un pueblo que fue masacrado por bombas de la misma procedencia y por las mismas razones que fue masacrado el pueblo de Guernica» (EL PAÍS, 8-9-04). Aún peor: esta perspectiva radicalmente reduccionista alimenta la ruptura social al obligarnos a seleccionar algunas de nuestras pertenencias en contra de otras (sólo vasco, sólo español), en una obsesión enfermiza de pureza.
«¿Ustedes qué nación defienden, la española o la vasca?». Esto era lo que Ibarretxe espetaba en su réplica a Patxi López en el debate de política general. ¡Dios mío, qué hartazgo! No hemos avanzado nada desde aquella tonadilla que me cantaba mi querida abuela y que decía así: «Cómo quieres que una luz alumbre dos aposentos, cómo quieres que yo sea vasco y español a un tiempo». Que la cantara mi abuela tiene un sin fin de explicaciones, pero ¡qué nos la siga cantando hoy en día aquel que debería ser el lehendakari de todos! Una concepción exclusivista de la identidad vasca, que identifica ésta con la identidad nacionalista, mantiene como reivindicación del Pueblo Vasco lo que, en todo caso, es la reivindicación partidaria del nacionalismo vasco (y aún así, sin un programa común para el conjunto del nacionalismo). Ya está bien de apropiarse de los sentimientos y de los compromisos de todos. Ya está bien de privatizar los logros (la milonga del 107% de la renta media de la Unión Europea) y de externalizar los fracasos (si ponen bombas no son vascos, si no hay acuerdo es porque no lo quieren). Ya está bien de despreciar el compromiso por la Euskadi autogobernada de todos los vascos no nacionalistas, vascos vasquistas, vascos más que españoles, vascos tanto como españoles, vascos menos que españoles, vascos que ni fu ni fa, vascos y vascas que sobre todo son internacionalistas o lesbianas o de izquierdas o amantes del jazz. Vascos comprometidos con este país, tanto que muchos de ellos han dado su vida por él. Han dado su vida, sí, esos a los que usted cuestiona su fidelidad.
En un Estado plurinacional caben varias naciones, pero no varios nacionalismos. El problema de la transformación plurinacional de España no es el de la existencia de varias naciones, sino de varios nacionalismos. No seré yo quien obvie las dificultades que para esta transformación proceden de un renuente y muchas veces inconsciente nacionalismo español. Pero discursos como el que usted hizo el viernes, lehendakari, además de dificultar dicha transformación, despluralizan Euskadi y levantan trincheras donde, aún hoy, existen pasillos y puentes.
Imanol Zubero, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 28/9/2004