Puede que hayan intuido que ETA les arrastra al abismo –aunque no haya señales–, pero la contaminación de Batasuna por la violencia es un imposible metafísico: sería preciso que la violencia fuera algo externo en su naturaleza y esencia a la presunta causa, cuestión desmentida por una historia de 32 años y por la sentencia del Supremo.
No es preciso ser un vocacional de las teorías conspirativas para darse cuenta de que los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz, asunto ya sentenciado en el Nuevo Testamento (Lucas, XVI, 8). No hay más que ver el batiburrillo que tenemos liado acerca de la hipotética legalización de Batasuna antes de las municipales. Veamos: Eguiguren se reúne a tomar cafés con Etxebeste, Etxebarria y Díez Usabiaga, a quien el cuidado de su anciana madre que le encomendó Garzón le permite reincidir en el delito que el propio juez se temía en el auto de excarcelación. O tal vez no: ellos se reúnen, hablan de sus cosas y luego cada uno hace lo que debe.
Ayer, el mismo día en que conocíamos esto por Ángeles Escrivá, el portavoz socialista, José Antonio Alonso, recordaba a Joan Ridao que «no hay que reunirse bajo ningún concepto con representantes de Batasuna […] Me resulta inimaginable que un partido democrático realice semejantes reuniones». Esta consideraciones del portavoz, ¿valen para su propio partido o sólo para ERC?
El 24 de abril de 2005, Zapatero declaraba a El País: «El Partido Socialista no ha mantenido ninguna relación con personas que puedan representar a la extinta Batasuna. No ha habido ni hay relación alguna, ningún diálogo». Para entonces, Eguiguren llevaba tres años viéndose con Otegi y sus citas prevalecieron sobre las palabras del presidente. Ayer mismo, Tasio Erkizia declaraba que «el PSOE conoce de primera mano los pasos que está dando la izquierda abertzale». Al mismo tiempo, Zapatero ha pedido al PSE que haga el menor ruido posible y que «no interfiera».
Toda gran estrategia se basa en una diagnosis acertada. El ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, declaró el lunes a ETB que probablemente Batasuna «ha llegado a la conclusión de que la violencia contamina su causa y que la arrastra al abismo».
Son conceptos diferentes. Puede que hayan intuido que ETA les arrastra al abismo, aunque no haya señales de semejante con- vicción. Pero la contaminación de su causa por la violencia es un imposible metafísico. Para que tal se produjera, sería preciso que la violencia fuera algo externo en su naturaleza y esencia a la presunta causa, cuestión desmentida por la historia de los últimos 32 años y por la sentencia del TS de 2003, que ilegalizó Batasuna con párrafos como éste: «Todos estos aspectos de esencial coincidencia entre los tres partidos políticos demandados (HB, EH y B) entre sí, y de todos ellos a su vez con ETA, ponen de manifiesto una identidad sustancial entre las tres formaciones en los ámbitos mencionados (personal, de fines, de estrategias y de actividad) y asimismo un riguroso control de todos ellos por la citada banda criminal. Por esta razón podemos concluir afirmando la existencia en el presente caso de un único sujeto real, ETA».
No es un factor contaminante; son la misma nube tóxica. Si antes teníamos un problema de comunicación con una sola portavoz, estremece pensar lo que va a ser a partir de ahora que tenemos 15.
Santiago González, EL MUNDO, 27/10/2010