Manuel Montero-El Correo
- No podemos quedarnos anclados en el pasado, pero para superarlo hay que retractarse si se ha difundido durante años un discurso de odio brutal
Siempre extraña la transferencia lingüística, cuando de pronto la política adopta una expresión proveniente del mundo empresarial. Ahora Bildu quiere aprovechar «la ventana de oportunidad» que le ofrece Pedro Sánchez. Hasta la han votado sus militantes y el 91% quiere asomarse a la ventana. A ver qué hay.
Estos trasvases de conceptos provocan cierto sobresalto. Sobre todo, si quienes adoptan una terminología de aire neoliberal son rupturistas o revolucionarios. Lo de «ventana de oportunidad» proviene del marketing. Se aplica básicamente a cuando la renovación tecnológica abre nuevas necesidades no cubiertas, que con el tiempo se irán cerrando. Mientras esto sucede, elaboran estrategias mercantiles para quedarse con el santo y la limosna. Es el momento en que todas las oportunidades están a favor para lograr el éxito.
Los ingenieros de la izquierda abertzale adoptaron la expresión (y quizás el concepto) ya antes de la pandemia, cuando la investidura de Sánchez: sentirían que se abría un ventanal y aparcaron sus habituales tremendismos. Adoptaron un tono angelical, de socialdemócratas salidos de alguna escuela de verano de jóvenes sociatas. Querían «revertir los recortes sociales» y «vertebrar el Estado», eso decían. Conmovedor. O pintoresco. ¿Quién te ha visto y quién te ve? En realidad, no: la actual revolución retórica hace que el significado literal de las palabras deje de contar.
Ahora Bildu vota los Presupuestos para algo parecido, pero no trata ya de aprovechar la ventana de oportunidad, sino de crearla, según dice. ¿Para qué? Según Arkaitz Rodríguez, van al Congreso a tumbar el régimen. En la versión de Arnaldo Otegi, para «la democratización del Estado español y no tengo nada más que decir».
De ser cierta, la conversión de esta gente a las preocupaciones democratizadoras y vertebradoras del Estado sería el mayor milagro en tiempos. No resulta creíble, sin embargo. Más bien estamos ante eufemismos transformistas para abrir la ventana de oportunidad y llevarse al Estado al huerto, operación para la que el Gobierno no parece tener muchos reparos.
Un curso mercantil sobre la ventana de oportunidades lo explica bien: antes de tiempo, la fruta está verde y dura. Si se deja pasar, se pudre. Hay que aprovechar cuando está madura.
En la apertura de la ventana jugó su papel el manifiesto ‘En favor de la democracia’ que firmaron el mes pasado todos los partidos del Congreso, salvo PP y Ciudadanos, contra Vox. Aparentemente, un posicionamiento «contra el discurso y las actitudes de odio» resulta incuestionable, salvo que se refiere sólo a los de la extrema derecha. Podían haberlos rechazado todos, incluyendo los de la extrema izquierda y radicalismos nacionalistas.
Asombra la amalgama de partidos que firmaron este comunicado. Está el PSOE junto a grupos cuyas concepciones democráticas distan del uso constitucional y de su acepción habitual en nuestra sociedad. Sonaba a chiste que Bildu reafirmase «nuestro compromiso con los derechos humanos (…) y la igualdad entre todos los ciudadanos y las ciudadanas». ¿Desde cuándo está comprometido con los derechos humanos? ¿Han prescrito ya las actuaciones intolerantes de la izquierda abertzale? Abrir la ventana tiene sus costes.
No podemos quedarnos anclados en el pasado, pero para superarlo resulta imprescindible reconocer lo sucedido y retractarse si se ha difundido durante años un discurso de odio lacerante y brutal. Tampoco es cosa de un pasado remoto. Hoy en día Bildu sostiene su versión «comprensiva» sobre el terrorismo. Y los ‘ongi etorris’ son una actualización de tal discurso del odio, además de una exaltación de ETA. Les acompañan, entre otros, la CUP, Esquerra y Junts per Catalunya, cuyas concepciones políticas tampoco coinciden con las constitucionales, que cuestionan, y no sólo en el plano teórico. Blanquear, abrir la ventana de oportunidades…
Firman partidos del Gobierno. No extraña Podemos, cuyas concepciones democráticas son heterodoxas, pero sí el PSOE. Sólo hay dos explicaciones: o reniega de las convicciones democráticas que venía sosteniendo desde la Transición; o el cortoplacismo le lleva a alinearse junto a quienes son reticentes con la democracia, para tender un ardid al PP, por si no votaba contra la absurda moción de censura.
¿Cómo no repudiar cualquier discurso de odio? Sin embargo, produce vértigo que por atacar a Vox se compartan posiciones con quienes «comprendieron» los asesinatos porque «algo habrá hecho» la víctima, sin que se les haya oído nunca expresión de disculpas, arrepentimiento y propósito de enmienda.
Por la ventana de oportunidad que han localizado o abierto Bildu y los demás pueden entrar ráfagas de aire gélido que dejen helada la democracia.