Editorial-El Correo

  • La declaración de Lobato en el Supremo sacude el inicio del congreso del PSOE, que no puede reducirse a un acto de resistencia

La apertura del 41º congreso federal del PSOE quedó ayer inseparablemente unida a la declaración de Juan Lobato en el Supremo acerca de la presunta revelación de secretos en el fraude fiscal del que está acusado el compañero sentimental de Isabel Díaz Ayuso, a las explosivas revelaciones de Víctor de Aldama para lograr su puesta en libertad y al pespunteo de noticias que comprometen a Pedro Sánchez. El dimitido líder del partido en Madrid salió del Alto Tribunal afirmando: «Los socialistas, siempre con la verdad y la ley por delante». Un guiño de complicidad hacia los reunidos en Sevilla, entre quienes eran mayoritarias las críticas de deslealtad contra él por registrar ante notario los mensajes y correos electrónicos que la jefa de gabinete del ahora ministro Óscar López le envió hace meses desde La Moncloa con un documento, entonces aún no publicado por la Prensa, en el que Alberto González Amador reconocía dos delitos ante la Fiscalía. Pero, sobre todo, un mensaje inapelable respecto a las obligaciones que en especial un cargo público tiene de cumplir la ley.

Las escaramuzas continuas a las que se ven abocados los dirigentes políticos que se enfrentan en la polarización, y así la alientan, tienden a desbordar límites que resultan esenciales para la convivencia y el buen juicio, y a sortear convenciones básicas para el funcionamiento de las instituciones. Todo ello, en la creencia de que no hay nada más eficaz que responder al adversario con lo que se considera han sido sus armas. Una espiral demencial a la que Lobato ha querido poner límite independientemente de que contase con razones personales para actuar así al haber trascendido los planes de Sánchez para prescindir de él tras el cónclave de Sevilla.

Su declaración ante el Supremo, que alienta la sospecha de que la operación contra la pareja de Ayuso fue diseñada por La Moncloa, y un vídeo que confirma la presencia del comisionista Aldama en Ferraz tras la victoria del PSOE en 2019 sacudieron ayer el inicio del congreso. Una cita llamada a convertirse en un acto de resistencia colectiva frente a los escándalos de corrupción que acosan al Gobierno. Esa elección puede tener su lógica interna. Pero un partido que ha virado hasta extremos insospechados en asuntos esenciales por mero tacticismo no debería perder la ocasión de abrir un debate sincero sobre ellos ni puede pretender que todos los problemas que le acechan son culpa de los demás.