Juan Carlos Girauta-ABC
- Tenían que ser cuidadosos. A ver quién verificaba lo de Íker Jiménez. Tiro en el pie. La parte institucional del magma calló
Los que siempre llegan tarde tienen la convicción de anticiparse a los acontecimientos. No hay paradoja: todo el mundo tiene dicha convicción. De ahí la afición al «ya lo dije», cuatro sílabas odiosas. Pero más allá de la engañosa arquitectura cognitiva, de sus trucos y atajos en pos de la supervivencia de la especie, están los hechos desnudos.
Se ha puesto de moda verificar al prójimo. ¡Ojo que te verifico! Es un buen momento para agarrar la lupa y ver quién, cuándo y dónde se ha anticipado de verdad. Si no, al fact checking lo poseerá el lenguaje orwelliano y acabará invirtiéndose su sentido.
Otra cosa: si se investiga todo lo que el sujeto A ha afirmado alguna vez, siempre
se hallarán contradicciones, memeces o exabruptos. O las tres cosas. El método es una extensión mediática y anacrónica de la Inquisitio generalis. Se caracteriza, entre otras cosillas, por la presunción de culpabilidad, la inversión de la carga de la prueba y la existencia de jueces que a la vez son parte.
Hay un magma progre que incluye Gobierno, dos o tres partidos, varios medios, asociaciones y una tropa de paniaguados. Si no han dotado directamente a sus verificadores de asiento en el Consejo de Ministros es porque a eso solo se le podría llamar Ministerio de la Verdad, y cantaría. Pero por ahí van. Empezaron antes de la peste, mas es en esta donde han encontrado la coartada perfecta para atornillarnos, multiplicar sus procesos inquisitoriales extra judiciales (de momento) y presentar de repente la censura como algo deseable, justo y necesario.
No pocos se anticiparon a la gravedad de la pandemia que se nos venía encima. Escogeré un caso extremo. Me interesan las reacciones que provocó, pero, sobre todo, las que no provocó. Muestran lo torticero de la nueva Inquisición. Es el programa televisivo de Íker Jiménez. El 20 de febrero (diecisiete días antes del 8-M), su colaborador Pablo Fuente advirtió sobre la escasez de respiradores, de camas de cuidados intensivos y de mascarillas para los sanitarios. Es algo objetivo y verificable.
El magma progre tenía una razón poderosa para borrar ese elefante en la sala de estar: su antelación contrastaba demasiado con la lenta reacción gubernamental y con la efectiva escasez de material sanitario que sufrimos, con las compras tardías y fallidas, con un desabastecimiento básico de mascarillas que se mantiene.
Tenían que ser cuidadosos. A ver quién verificaba lo de Íker Jiménez. Tiro en el pie. La parte institucional del magma calló, claro está. Dejaron a lo más bajuno de la tropa paniaguada la respuesta, tan falaz como previsible: esa gente cree en las caras de Bélmez y en los marcianos, ja.
Se necesita una falta total de rigor lógico para colegir que eso neutraliza las advertencias objetivas de Pablo Fuente el 20 de febrero, y por tanto el contraste con la indolencia gubernamental. Pero el magma cuenta con esa carencia de su público.