TENGO citada en más de una ocasión a uno de mis personajes cinematográficos favoritos, el que interpreta Katharine Hepburn en ‘La fiera de mi niña’. A su paso todo era caos y tal como explicaba su abogado a Cary Grant, una de sus víctimas: «Nunca entenderemos nada mientras ella se empeñe en explicarlo todo».
Eso me pasa a mí con Pedro y sus ministras. Al final, la ministra Valerio ha encontrado a quien le metió el gol por la escuadra al legalizar el sindicato de las putas, registrado bajo el aparente acrónimo de ‘OTRAS’. Resultó ser la directora de Empleo, Concepción Pascual, que ha sido relevada de su cargo. ¿De qué manera? Hay versiones. Según el Gobierno dimitió, mientras la ministra le comunicaba su destitución.
Contradicciones. Las hay también en el fondo del asunto, en la sindicación del puterío. ¿Y este era el partido de la extensión de derechos? No es el fornicio venal una actividad ilegal como sostiene esta tropa. El Código Penal vigente no lo registra como ilícito en ninguno de sus artículos. Sánchez debería preguntar a su suegro si los trabajadores de la sauna Adán, que en tiempos tuvo abierta en la calle San Bernardo, estaban sindicados e inscritos en la Seguridad Social.
También sería de algún interés saber si las trabajadoras sexuales con las que los compañeros sevillanos de Sánchez se gastaron 15.000 euros con una ‘tarjeta black’ de la Faffe estaban sindicadas o no. Hay en este asunto una oscura confusión entre prostitución, actividad que tal vez merezca reproche social, pero no es delictiva y trata de personas, que sí es delito y está (o debería estar) perseguida por la ley. Sería preciso recordar que Eurostat ordenó en 2014 que antes de octubre de aquel año las contabilidades nacionales de los países miembros de la Unión incluyesen en sus contabilidades nacionales los ingresos que generaban actividades alegales y aún ilícitas. Llegados a este punto es preciso rendir homenaje a la sabia aportación que Benjamingrullo rindió a la teoría económica en mi blog el pasado mes de agosto: «Gastar dinero público en putas; eso es keynesianismo».