Tonia Etxarri-El Correo
A Junqueras no le importa lo más mínimo la gobernabilidad de España
Si no se tuerce la disputa entre los secesionistas catalanes por su liderazgo, la investidura de Pedro Sánchez debería estar a punto de caramelo. La abstención de ERC, si se produce o no, se conocerá esta semana. En cuanto se publique el fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la inmunidad de Junqueras en su condición de eurodiputado y, sin embargo, preso condenado. Si el enfrentamiento entre los republicanos y JxCat no da al traste las negociaciones, el despeje de la incógnita será cuestión de días. El escenario de la investidura. Aunque Junqueras haya precisado que lo que subyace de este diálogo entre socialistas y republicanos es, en realidad, un nuevo pacto constituyente. «Solución democrática al conflicto», lo llama. Que el futuro de España será lo que él quiera. Y él, básicamente, lo que quiere es la independencia de Cataluña. Aviso para Sánchez .
Gobernar con estabilidad ya será otra cuestión. Si los socialistas no las tienen todas consigo es porque saben que el dictamen del tribunal europeo y las consecuencias que pueda provocar en la situación procesal de Puigdemont influirá en la decisión final del preso Junqueras. Por eso, después de haber cedido a muchas de sus exigencias, el ministro en funciones Jose Luis Ábalos apremia a la izquierda republicana. Tienen que demostrar su disposición al diálogo, dice el socialista.
Hasta ahora, el pulso negociador lo va ganando ERC. Por goleada. La mesa de diálogo entre los dos gobiernos, posibles cambios en la Fiscalía General del Estado, se aparcan los recursos al Tribunal Constitucional contra las últimas resoluciones del Parlament sobre la autodeterminación, no se recupera el delito de los referéndums secesionistas, posible Poder Judicial propio para Cataluña… ¿Que Sanchez sostuvo lo contrario en la campaña? No importa. ¿Que hay que soslayar la Constitución ? Sin problema. Se recupera el lenguaje de la declaración de Pedralbes y se habla del marco de «seguridad jurídica» en sustitución de cualquier mención a la Carta Magna. Que el valor de su palabra tiene menos vigencia que la de la luz de una estrella fugaz solo se lo reprochan desde la oposición dividida. Y un par de barones socialistas con problemas de conciencia. Ni caso, Sánchez. La estela la marca Iceta desde el PSC. Fortalecido al haber resultado confirmado, en un proceso de candidatura única y por unanimidad, líder de los socialistas catalanes.
No hay fórmula, de momento, para hilvanar a Junqueras con la legalidad. Pero Sánchez, que sigue sin saber qué es una nación, no está para replicar a sus posibles socios. Manuel Valls se escandaliza y advierte que Cataluña no es una nación. ¿Pero quién es Valls, al fin y al cabo? ¿Además de ser quien facilitó el gobierno municipal de Barcelona a Ada Colau y el PSC? Los socialistas no suelen reconocer los favores debidos. Que se lo pregunten al PP vasco cuando facilitó a Patxi Lopez ser lehendakari del único gobierno constitucionalista que ha tenido Euskadi.
Así es que Sánchez avanza sin atender reparos de los propios y sin apenas responder a preguntas de la Prensa. Sólo está para replicar al centro derecha. Justamente a los partidos leales a la Constitución que nunca pondrían en un brete al Estado democrático. Si Sánchez pensara en la estabilidad del país seguramente llegaría a la conclusión de que se está equivocando. Tan dócil con quienes quieren romper España, tan sectario con quienes les proponen pactos de Estado. Pero no se atreve a dejar al margen a los secesionistas. No quiere pasar el calvario de Rajoy. Ha decidido congeniarse con quienes quieren imponer su separación de España. El precio de la factura que deberá pagar es mucho más que elevado. Es, teóricamente, inasumible.
De momento tratará de vestir el muñeco. Sorteará las acusaciones de incoherencia y de dar bandazos. Dará la callada por respuesta a los temores que ya han expresado algunos sectores sociales con la extrema izquierda de Podemos y con los secesionistas.
Esta semana vuelve la ronda. Una ficción para incluir a todos (Torra y Otegi). Unos más blanqueados que otros, por cierto. Aunque Sánchez ya ha decidido quienes quiere que sean sus socios. Y culpará al PP y Ciudadanos de haberse echado en brazos de los rupturistas. Urkullu, en el homenaje a los lehendakaris Aguirre y Leizaola, elogió el compromiso con la pluralidad y la transversalidad. No parece que sean valores promocionados por los actuales aspirantes a gobernar desde La Moncloa.