TONIA ETXARRI-EL CORREO

  • Con el debate sobre la armonización fiscal se vuelve a desatar la guerra de los agravios comparativos

No los necesitaba. Para aprobar los Presupuestos, no. Pedro Sánchez podría haber prescindido de EH Bildu si buscaba tan solo el aval numérico a sus Cuentas públicas. Pero lo que precisa es el apoyo suficiente para mantenerse en el Gobierno. Por eso ha preferido recurrir a ERC y traspasar la línea roja que él mismo se había impuesto para incorporar a Bildu al club de la legislatura. Si de algo ha servido la estrategia de Ciudadanos ha sido para dejar al descubierto las intenciones de Sánchez. Vaciar su mensaje sobre la moderación y la transversalidad y desvelar que sus alianzas forman parte de un gran proyecto de «cambio de régimen». Más allá de los Presupuestos.

Sánchez desvía el foco y arremete contra el PP para justificar sus alianzas. «La oposición votó en contra del estado de alarma», dice ahora. Falso. Porque el PP de Casado le apoyó en las tres primeras prórrogas, se abstuvo en la cuarta y no votó en contra hasta la quinta vez.

La inquietud que ha provocado su alianza con Bildu es de tal magnitud que desde La Moncloa se le quiere quitar trascendencia. Pero el vicepresidente Iglesias ya desveló las cartas en su momento. El grupo de Otegi formará parte de «la dirección de Estado». Nadie le ha desmentido y, en consecuencia, a los ministros y delegados no les queda otra opción que la de asentir. Y aplaudir que la izquierda abertzale, sin tener que renegar de la historia de ETA, quiera implicarse en la política institucional. Otros lo llaman «utilizar las instituciones». Pero se trata de vestir el muñeco. Por eso, donde la oposición ve cesiones de Sánchez al independentismo, el delegado del Gobierno para el País Vasco, Denis Itxaso, ha visto «guante de seda» y «sofisticación política», en declaraciones en EL CORREO. Visto así, oponerse al Gobierno por blanquear a Bildu parece de mal gusto. Total, están en pleno proceso de perestroika. Textual.

Tampoco es el mejor momento para debatir sobre la reforma del sistema de financiación. Pero ERC lo ha impuesto. Y a Pedro Sánchez le viene bien en su guerra contra Madrid. Sostiene La Moncloa que ese gobierno de centro derecha liberal está ejerciendo una competencia desleal. Por hacer uso de su autonomía fiscal. Como hace Cataluña, pero en vez de asfixiar a los contribuyentes, los libera bajando impuestos. Nada dice, sin embargo, de la deslealtad de sus socios catalanes. Los que intentaron dar un golpe a la Constitución y por eso algunos de sus dirigentes están en prisión. Ha vuelto a desatarse la guerra del agravio comparativo. Lo que faltaba. Se van creando problemas donde no los había. En el Parlamento vasco todos los partidos (menos Vox) han apoyado siempre el sistema foral. Tendrán que volver a explicar , desde el PNV al PP, que los Conciertos no son un privilegio. Que lo discutible, eso sí, sería el porcentaje fijo del Cupo que aporta Euskadi como copago de las competencias no transferidas.

Iglesias ignora casi todo de la recaudación foral. Pero tiene claro su plan. Pactar los tripartitos autonómicos donde no tiene una estructura sólida. En Cataluña con ERC. Y en Euskadi, con Bildu. Es el seleccionador de los socios. Para dos legislaturas mejor que una en el caso de que el PNV no haga ningún movimiento inesperado, como el que dejó a Rajoy colgado del escaño. El malestar que ha generado en el PNV la pinza del gobierno con Bildu y ERC es manifiesto. Con estos compañeros de viaje elegidos por Iglesias y aceptados por Sánchez la estabilidad de este país no está garantizada.