DIARIO VASCO, 5/6/12
La Fundación Buesa y Bakeaz presentan un estudio sobre las secuelas de 22 afectados por ETA
Víctimas del terrorismo de ETA temen que «una cierta amnesia colectiva» haga a las coaliciones Bildu y Amaiur «auténticas valedoras y fedatarias de la paz», y que los dirigentes de esas fuerzas políticas no estén haciendo «una relectura crítica de su propio pasado, de su responsabilidad histórica en la dinamización y en la legitimación de la violencia». Esos dos temores, revividos desde que se produjo el cese definitivo de la violencia de ETA, vuelven a surgir de las voces de los propios afectados recogidas en un informe sociológico de la Fundación Fernando Buesa y Bakeaz, elaborado por la socióloga Izaskun Sáez de la Fuente.
El estudio, que supone una nueva aportación a la memoria, está basado en 22 testimonios personales de víctimas del terrorismo y amenazados por la violencia que exponen sus secuelas físicas y psicológicas, la repercusión familiar, el impacto en la esfera laboral y las reacciones sociales y tendencias hacia el aislamiento sufridas. Todos estos relatos, reunidos tanto antes como después de la declaración del alto el fuego definitivo por parte de ETA, están recogidos en el Observatorio de la Vulneración de los Derechos Humanos por parte de la Violencia Terrorista, impulsado por la Fundación Fernando Buesa y por la organización Bakeaz.
Las víctimas también miran al futuro y llaman la atención sobre el hecho de que la izquierda abertzale pueda alcanzar altas cotas electorales en las elecciones autonómicas. Pretenden una llamada de atención sobre los valores políticos en los que puede fundamentarse la convivencia si eso no se corrige y creen que no se puede aplicar «el principio de ‘por la paz un Ave María’». Defienden que «no se puede partir de cero y hacer tabla rasa de lo que ha sucedido durante casi cincuenta años».
Lamentan, además, que vayan a pasar de estar en una situación en los que eran «perseguidos» a otra en los que creen que van a ser «olvidados», y se preguntan cuáles van a ser los principios en los que se va a fundamentar la sociedad y la convivencia. Por ello, ven la necesidad de que, quienes han ejercido la violencia, deben «asumir su responsabilidad histórica».
El informe destaca que la conciencia social ante el asesinato terrorista ha crecido «poco a poco», pero que la reacción ante la amenaza y la intimidación «no ha traspasado el discurso de lo políticamente correcto y la sociedad no ha sido consciente de su coste ético y cívico». Apunta que la vida cotidiana se ve seriamente afectada y que el sentimiento de culpa se convierte en «el talón de Aquiles», sobre todo porque sus hijos «no han sabido qué es relacionarse libremente con sus padres sin la presencia de un escolta».
La mayoría de los afectados por la violencia sufren, según el estudio, dificultades de inserción laboral por sus limitaciones psicofísicas, por «la escasa solidaridad del entorno del trabajo», o porque no son contratadas por ir escoltadas. Alerta Sáez de la Fuente del proceso de «revictimación» que viven muchas de ellas, cuando los victimarios vuelven de manera «heroica» a sus lugares de origen y cuando el círculo cercano a las víctimas «mira para otro lado, muchas veces, por miedo a la estigmatización».
Entrevistas
La socióloga Sáez de la Fuente, que presentó el estudio ayer en Vitoria junto a la gerente de la Fundación Fernando Buesa, Mila García de la Torre, y el director de Bakeaz, Josu Ugarte, explicó que algunos de los testimonios pertenecen a personas que sufrieron la violencia de ETA en la década de los ochenta, durante los «años de plomo», pero el 80% corresponden a ciudadanos perseguidos o amenazados. Solo cinco de los entrevistados son familiares de víctimas asesinadas y tres de ellas sufren violencia de persecución. Dos de cada tres entrevistados son varones y un tercio mujeres.
La mitad del colectivo tiene entre 41 y 60 años y solo un 10% son menores de 30. Alrededor del 50% de las víctimas están casadas y, de ellas, la mayoría tienen dos hijos. Casi el 40% se declara concejal de un partido no nacionalista, pero también están presentes, aunque de forma aislada, las voces de profesores, directivos de empresas y pequeños y medianos empresarios, periodistas, jueces y miembros de la Ertzaintza y de la Policía Municipal.
Entre los participantes en el estudio se encuentran nombres como el de Josu Elespe, hijo del edil del primer edil del PSE asesinado por ETA Froilán Elespe; Iñaki Dubreuil, concejal socialista de Ordizia, víctima de un atentado con coche bomba; Begoña Elorza, madre del ertzaina Jorge Díaz Elorza que falleció junto a Fernando Buesa en el atentado con coche bomba, o Marta Bergaretxe, madre de Eduardo Moreno Bergaretxe ‘Pertur’, dirigente de ETA pm desaparecido en la comarca fronteriza de Irun-Hendaia.
En su testimonio, Josu Elespe explica que tiene una niña de 2 años. «Ella es mi presente y mi futuro», resalta. Tras asegurar que no se siento «víctima de nada», porque no gusta ese término, ni está dispuesto «a cargar con este calificativo» durante el resto de su vida, desliza su deseo de que su hija «crezca feliz y contenta, que no lo haga condicionada por lo que vivió su padre. Mi mejor legado y aportación a la lucha contra la violencia en Euskadi es y será educarla en el respeto al diferente y en la ausencia de odio». En su mente está también el deseo de conseguir contarle algún día «lo que le pasó a su abuelo con orgullo y serenidad en los ojos».
Un empresario vizcaíno extorsionado que no se identifica relata que recibió la primera carta en 2002 pero que nunca pagó. Cuenta que diez años después puede decir que se ha adaptado. «No vivo con el temor de antes, no se puede vivir en el terror. Antes cada carta actualizaba el miedo. A día de hoy psicológicamente esta superada la situación, lo que hago es no pensar en ello. Pienso que no me va a pasar nada, pero también en que ellos tienen la información y yo he incumplido sus demandas. El mayor beneficio que ellos obtienen es el terror», se lamenta.
DIARIO VASCO, 5/6/12