Videolegislatura

IGNACIO CAMACHO – ABC – 15/01/16

· El bebé en el escaño es el símbolo de la infantilización de la política. Una democracia de audiencias. Una videolegislatura.

El género parlamentario es un clásico del periodismo, pero a partir de ahora las crónicas de las sesiones de las Cortes habrá que publicarlas en la sección de espectáculos. O tal vez en las páginas de televisión, ámbito natural de los nuevos partidos y de los nuevos diputados que han convertido el Congreso en un plató; quizá crean que por eso lo llaman la Cámara. La cultura del homo videns sartoriano ha saltado a la política instrumentalizándola como un continuo programa de entretenimiento. El valor de la palabra ha sido sustituido por la fuerza de las imágenes. La mayoría de los nuevos congresistas no saben pronunciar un discurso, pero pueden imprimir en su camiseta un eslogan de tres palabras o desplegar una pancarta que salga en todos los noticieros. Bienvenidos a la videolegislatura.

El aire circense del estreno del miércoles tendría un pasar si se tratase sólo de una autobienvenida juvenil, una especie de fiesta de colegio mayor. Ocurre sin embargo que bajo la colorista fanfarria de las señorías recién llegadas –hubo hasta unos valencianos que entraron al compás de una marcha de moros y cristianos: naturalmente la de los moros–, con sus tirabuzones rastas, sus mochilas en ristre y sus niños en brazos, latía una voluntad de ocupación propia de quienes en vez de entrar con un acta electoral en la mano hubiesen derribado una valla.

Las «coletillas», nunca mejor dicho, con que adornaron sus promesas del cargo estaban impregnadas de adanismo revolucionario. La proclama de Íñigo Errejón, «nunca más una España sin sus pueblos, sin su gente», significa que en el Parlamento no estaba la soberanía nacional hasta que han advenido ellos con su matraca rupturista. Eso es la mayor expresión de desprecio antidemocrático registrada allí desde que entró Tejero. Lógica en quienes hace poco rodeaban el Congreso con intención de asaltarlo.

En realidad, ése sigue siendo el plan. Traen un proyecto de democracia popular, antirrepresentativa, para transformar el Estado constitucional en un régimen de corte bolivariano. Les favorece la banalización de la política, una trivialidad narrativa amplificada por las televisiones y las redes que ellos mismos han explotado con eficaces recursos propagandísticos y de agitación para instalarse en una campaña permanente. Bajo su festivo carrusel de ocurrencias han conseguido expandir el relato de la deslegitimación del adversario, ahora estigmatizado con la equiparación al búnker del tardofranquismo.

Ese esquema rudimentario, de una simpleza insultante, sería inviable sin la previa infantilización de una opinión pública reducida a la condición de audiencia de prime time. Por eso tal vez el mejor símbolo de esta legislatura de peterpanismo impostado sea el bebé que la diputada Bescansa acunaba y amamantaba en su escaño. Eso sí, muy correctamente pixelado para su exhibición en tertulias y telediarios.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 15/01/16