KEPA AULESTIA-EL CORREO

  • Euskadi depende más de la solvencia de sus empresas que de la raigambre de sus instituciones para obtener los mejores resultados en el reparto de las ayudas europeas

El presidente Pedro Sánchez recibirá al lehendakari Iñigo Urkullu el lunes en la Moncloa a petición de este último. Una imagen de bilateralidad que difícilmente corregirá la dominante entre centralista y multiterritorial que la Covid-19 ha introducido en la política española. La cogobernanza no ha pasado de ser un envoltorio pasajero del hecho autonómico; en nada federalista, como se comprobó en la reunión del Consejo Interterritorial de Salud. Aunque ningún Gobierno autonómico -tampoco el vasco- ha destacado por la originalidad de sus medidas frente a la pandemia o por su resuelta disposición a acabar y no convivir con el coronavirus. La indecisión es demasiado palpable como para que Urkullu pueda exigir en la Moncloa algo más que información sobre las perspectivas de la vacunación y sus límites ante nuevas variantes del SARS-CoV-2. Porque no tendría sentido reclamar cambios en el decreto del estado de alarma que permitiesen a Euskadi una acción más autónoma si no se está dispuesto a ello.

El fondo Next Generation de la UE está sujeto a esa misma doble dinámica, centralista y multiterritorial. Por lo que resulta complicado que una comunidad que es la quinta de España por PIB, pero representa solo el 6% de su riqueza y el 4,6% de su población, aspire a una porción superior a tales porcentajes en el reparto de las ayudas europeas. Euskadi depende más de la solvencia de sus empresas que de la raigambre de sus instituciones para obtener los mejores resultados del fondo de la Unión. Porque los proyectos de las distintas autonomías se parecen tanto o son tan equiparables que pueden acabar a merced de lo que determine un Consejo de Ministros sujeto al secreto de sus deliberaciones.

Y de fondo, el lunes, estará también Cataluña. Después de que hoy Pedro Sánchez salga empoderado del comité federal de su partido en Barcelona. Euskadi y la propia figura de Urkullu cobraron peso cuando el gobierno de la Generalitat se mostraba más disparatado, y el independentismo amagaba con la unilateralidad o no podía desprenderse de ella. Pero en tanto que el empeño de Sánchez por doblegar la crisis catalana con Illa de ariete se vislumbra posible, pierde importancia la aportación vasca a la gobernabilidad de España. La amenaza unilateral del secesionismo catalán daba crédito a la bilateralidad foralista. Pero si el 14-F (o el 30-M) saca definitivamente a Puigdemont de escena, el posibilismo jeltzale se encontrará con una competencia similar a la que el ‘pujolismo’ representaba a la hora del reparto territorial de lo que sea en cada momento. Empezando porque la concesión de los indultos a los condenados del ‘procés’ agotará durante un tiempo la generosidad del Estado central para con las nacionalidades históricas.