Vista a la derecha

Ignacio Camacho-ABC

  • El rechazo social al sanchismo está abriendo brecha. El empate entre bloques se deshace con el desplome de la izquierda

Dos años de sanchismo han desplazado la España electoral a la derecha. El empate técnico entre bloques (42%) registrado en noviembre de 2019 se inclinaría hoy casi diez puntos a favor de liberales y conservadores. Entre un millón y medio y dos millones de votos, según el grado previsible de abstención, le está costando a la izquierda la gestión (?) de la alianza Frankenstein, presidida por un dirigente que ha perdido el crédito entre una significativa parte de sus propios votantes. Eso supone que -‘sic rebus stantibus’ y a salvo del impacto no medido de una aún inexistente plataforma de candidaturas localistas- PP y Vox podrían gobernar en mayoría relativamente cómoda, reforzada con el margen de Navarra Suma y tal vez Coalición Canaria. Y que Ciudadanos se convierte de la mano de Arrimadas en un partido residual cuyo 2,3% de voto apenas lograría una simbólica representación parlamentaria. Sánchez puede estar satisfecho: su política fraudulenta bate en escaso tiempo récords de merma de apoyo, fidelidad, expectativas y predicamento.

Pero a tenor de la encuesta de GAD-3, que amén de su contrastada fiabilidad coincide en líneas generales con casi todas las publicadas en los últimos meses, la absorción de Cs no alcanza a Casado para cumplir su sueño de gobernar en solitario, inviable con menos de 135-140 diputados. Le guste o no, el absurdo conflicto de Madrid le está restando respaldo: en comparación con el sondeo de julio, una quincena larga de escaños. Y más le costará cuanto más tarde en solucionarlo. Cuestionar el fenómeno Ayuso, o dar esa impresión, tiene un precio. Desgasta su liderazgo, refuerza a Vox y malversa el activo de mayor ascendiente específico en este momento, justo el que marcó con su victoria de mayo el punto de inflexión a partir del cual empezó la cuesta abajo de este Gobierno. Él sabrá hasta qué punto le merece la pena mantener abierto este incomprensible enfrentamiento interno.

La conclusión más relevante de esta fotografía sociológica es que el cambio de tendencia, si no de ciclo, empieza a consolidarse y a reflejar un fenómeno estructural más allá de las típicas sacudidas circunstanciales. Con la recuperación de la crisis pandémica atascada a pesar del artificioso optimismo presidencial, el Ejecutivo tiene muy difícil la remontada de su desgaste. Sánchez carece de confianza -las mentiras y los incumplimientos le pasan factura implacable- y la opinión pública digiere mal los pactos con Bildu y el chantaje de los separatistas catalanes. Las próximas elecciones, sean cuando sean, ya sólo las puede perder la derecha con su acusada querencia a la autolesión y a la torpeza. Pero le falta demostrar que quiere ganarlas sin esperar a que el adversario se desplome bajo el peso de sus propios errores. Y para ello tiene pendiente el proyecto de regeneración política y económica que anhelan millones de españoles.