Vivir sin tranquilidad

Hasta la llegada de un nuevo obispo la presenta el nacionalismo como una de las plagas de Egipto. ¿Se acuerdan ustedes de lo de «un tal Blázquez», y al final no pasó nada, y el tal Blázquez aprendió euskera, y la cosa siguió, hubo Plan Ibarretxe, hasta perdió las elecciones, y no pasó nada…? Pues vivamos tranquilos, no nos compliquen la vida.

Ahora que lo del Alakrana ha pasado -¡señor, señor, las cosas que hemos visto!- esperemos que nos sirva para aprender algo aunque el hombre sea el único animal que tropieza en la misma piedra dos veces, tres, y cuatro… Ahora que nuestros arrantzales están en casa, podríamos sentirnos satisfechos, pero no, esto es una sociedad nacionalista, que si el avión era militar, que si aterrizaba en una base militar, que si se iban a sacar los políticos la foto… Volvamos a nuestra cotidianidad cuajada de problemas, porque vivimos en una sociedad nacionalista y si no hay problemas hay que inventárselos. Unos inventaban a los judíos como problema, otros al comunismo, el separatismo y la masonería, para justificarse a sí mismos.

La osada propuesta del Parlamento vasco de solicitar que juegue en este antiguo solar la selección española de fútbol o pase por aquí la Vuelta a España ha levantado todo tipo de reacciones por parte de los que creen que esto es un insulto y quieren, por el contrario, tener sólo una selección nacional vasca. Pero los nacionalismos, más hábiles en ir a la contra que en construir algo, ni siquiera en nuestro caso es capaz de ponerse de acuerdo en el nombre de su selección, entre Euskadi y Euskal Herria, y ni habrá partido ni selección. Afortunadamente para que siga siendo una entidad formulada políticamente, al menos una nacionalidad, están el PSE y el PP. Lo otro es una enajenación ideológica que no llega a ponerse de acuerdo ni consigo misma.

Hacemos un problema hasta de la E del uniforme de la Ertzaintza. Que hayan desaparecido de algunas camisas se plantea por parte del PNV como un ataque a la idiosincrasia de este pueblo. Yo más creo que la grafía gótica de la que forma parte la E no es ni más ni menos que expresión del gusto de los nacionalismos del pasado siglo por una forma propia de presentar los escritos, siendo los nazis promotores de la gótica, así como los fascistas de la palatina. Si le hubiera dado al nacionalismo vasco por esta última quizás la cosa hubiera pasado más desapercibida, pero la gótica fue la de los nazis y a mí no me hace gracia que una policía democrática lleve una letra gótica. Pero lo que salta a la vista es que los del PNV no le dejan a los que gobiernan ahora ni tocar una E, aunque siga la Ikurriña que inventaron ellos. El problema es que la ikurriña ya no es un problema, no es símbolo de separación, pues la asumimos todos.

Como la cuestión es no vivir tranquilamente, hasta la llegada de un nuevo obispo se nos presenta por el nacionalismo como una de las plagas de Egipto, trágicamente, como si fuera el final de este pueblo de siete mil años. Se acuerdan ustedes de lo de «un tal Blázquez», y al final no pasó nada, y el tal Blázquez aprendió euskera, y la cosa siguió, hubo Plan Ibarretxe, hasta perdió las elecciones, y no pasó nada… Pues vivamos tranquilos, no nos compliquen la vida, que bastante fastidiada está.

Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 24/11/2009