EL MUNDO 11/06/14
SANTIAGO GONZÁLEZ
Si alguien nos hubiera dicho hace meses que habríamos de ponderar la presencia o ausencia de Susana Díaz en la carrera para suceder a Rubalcaba, habríamos rechazado tal posibilidad con mucho énfasis. Ahora era el menor de los males posibles, lo que revela a qué velocidad se cumple la ley de Murphy al empeorar todo lo empeorable. Se perfila como candidato mejor colocado para la secretaría general Eduardo Madina, un hombre cuyo pensamiento en los últimos años se ha expresado en esa unidad mínima que es el tuit, 140 caracteres.
Cuando se extendía más era peor. Hace años tuvo un blog, Molinos de papel, que acabó cerrando después de un comentario sobre una foto de Ángel Acebes, que me pareció un autorretrato moral. Expresiones claves: vómito, aliento sobrecargado, penetrante olor a vinagre caducado, mala baba, baba de vinagre, el vómito huele peor que nunca, olor a podrido, and so on. Cuando le enseñaron una foto de Idoia Mendizabal, la terrorista que colocó bajo su coche la bomba lapa que lo mutiló el 19 de febrero de 2002, fue mucho más frío: «Su cara no me sugiere nada».
Rubalcaba, no te vayas. Patxi, dale una vuelta a lo tuyo. La democracia española necesita un referente vagamente socialdemócrata y otro aproximadamente conservador o liberal. España no ha dejado de ser la misma España invertebrada que Ortega clavó en sus artículos de El Sol desde 1920 y que vieron la luz como libro («ensayo de ensayo», decía él) en 1922.
Es hora de volver a Ortega. El presidente del Congreso debería regalar un ejemplar a cada diputado, y enviar unos cuantos a la Complutense, para curar a sus profesores de la adicción televisiva. Todo en esta vida no van a ser tertulias, propaganda y tuits.
Las dos partes del libro tienen títulos altamente indicativos. La primera: Particularismo y acción directa. Niega Ortega que el catalanismo y el bizcaitarrismo sean el capricho de unos cuantos: «No son otra cosa que la manifestación más acusada del estado de descomposición en que ha caído nuestro pueblo». La segunda, La ausencia de los mejores, donde prescribe algo fuera de nuestro alcance: «Si España quiere resucitar es preciso que se apodere de ella un formidable apetito de todas las perfecciones. La gran desdicha de la Historia española ha sido la carencia de minorías egregias y el imperio imperturbado de las masas».
Faltan pocos años para celebrar el centenario de aquel diagnóstico exacto sobre los grandes males de España sin haber sido capaces de resolverlos, lo cual es consolador si bien se mira: «Ah, bueno, nuestros problemas son los de siempre». Hagamos una conmemoración especial en 2022 y encarguémosle los fastos a mi querida y admirada Carmen Iglesias, que estas cosas las borda. Y guardemos un ejemplar del libro para que nuestros descendientes reflexionen en 2122.