Volviendo a la normalidad

¿Sabían que la Margen Izquierda de la ría del Nervión y Las Encartaciones nunca fueron vascoparlantes? En muchos centros públicos se habla de su «reeuskaldunización». Pero claro, ¿por qué estas comarcas no van a ser euskaldunes si nosotros decidimos que siempre fueron euskaldunes? ¿Dónde está nuestra capacidad de decisión, no para el futuro, sino sobre el pasado?

Superado ya el trágico fin de semana en que la Real bajó a Segunda y el Athletic se salvó por los pelos, la vida sigue y volvemos a ser los mejores en casi todo, especialmente en lo que se refiere a los servicios sociales, no como otros. Aquí, en Euskal Herria, los vascos y vascas sin recursos podrán recibir ayudas de hasta el doscientos por ciento del salario mínimo. La Real bajará, pero gracias a nuestro tesón y trabajo, carácteres propios de nuestro pueblo, seguimos siendo los mejores; al fin y al cabo tenemos un régimen fiscal y recaudatorio, sorprendente en la UE, que nos permite eso y más. El único problema que pudiera causar tal nivel de prestación, propio de las sociedades asistenciales más ricas del orbe, es que se deje de incentivar la formación de los jóvenes, puesto que más de un licenciado no gana eso ni loco en sus primeros empleos. Y el otro inconveniente va a resultar el costo de la inspección de los beneficiados, para impedir el fraude y, sobre todo, para evitar que vengan de fuera en oleadas a beneficiarse de lo nuestro. ¡A ver qué va a ser esto!

El periódico ya es otra cosa. ¡Quién dijo depresión por bajar a Segunda! Los anuncios de inauguraciones de obras públicas nos levantan el ánimo, así que olvidemos las trabas al AVE vasco puestas por algunos nuevos ediles. Volvemos a ser lo que éramos y, aunque los fines de semanas y todas las mañanas usar la A-8 en las inmediaciones de Bilbao (se caiga o no una pasarela) se haya convertido en un ejercicio de paciencia, ya podemos circular, nos lo anuncia la prensa, por el tramo Portugalete-Kueto, que es como si fuera una autopista. Y ahí está, nosotros no habilitamos, como en Madrid, carriles provisionales; ¡zarandajas!, nosotros construimos autopistas en paralelo.

Uno ve el anuncio de este tramo ofrecido por la Diputación y observa que los topónimos y los rótulos están escritos en euskara, lo cual es una manera fina de euskaldunizar la Margen Izquierda. Desde luego, mucho más fina que cuando venían los de Euskal Herrian Euskaraz y te tachaban en las señales de carretera el nombre en castellano de las localidades y te ponían un nombre en euskera (que solía ser la traducción de aquel) o la empresa de autobuses acababa llamando «Zaspilanda» a lo que desde los albores de los tiempos siempre se había llamado Siete Campas.

En la fotografía rotulada del tramo de autopista recién inaugurado -hay que agradecer y tener muy en cuenta que no se haya hecho antes de las elecciones- se ha salvado el nombre del campo de fútbol que se ve en la foto, que suena muy a maketo, porque se llama Las Camporras, pero que viene rotulado así: «Las Camporras futbol zelaia». De no ser por el nombre de ese campo, hubiera creído que se trataba de la apertura de un tramo de carretera del Goiherri guipuzcoano. ¿Sabían ustedes que en el pasado la Margen Izquierda de la ría del Nervión y Las Encartaciones nunca fueron vascoparlantes?, pues al ver el anuncio de esta carretera nadie lo diría. También en muchos centros públicos se habla de «reeuskaldunización» refiriéndose a estas comarcas, cuando nunca han sido euskadunes. Pero, claro, si volvemos a ser como antes del susto de la semana pasada, es decir, todo un pueblo en marcha, ¿por qué estas comarcas no van a ser euskaldunes si nosotros decidimos que siempre fueron euskaldunes? ¿Dónde está nuestra capacidad de decisión, no para el futuro, sino sobre el pasado?

Teniendo presente que ya nunca más bajaremos a Segunda, que lo de la Real ha sido un descuido, alborocémonos con las pruebas palpables de nuestro estado de bienestar. Prueba de ello son esas llamativas prestaciones sociales y obras públicas, realizaciones irrealizables en cualquier otro país que estuviera, como el nuestro, en pleno «conflicto». Incluso padeciendo esa situación y la más profunda opresión por España, que no nos permite decidir libremente nuestro futuro, tenemos las mejores prestaciones sociales y seguimos inaugurando obras públicas. ¡Vaya conflicto! Evidentemente: somos los mejores.

Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 27/6/2007