Eduardo Uriarte-Editores
No es la primera vez que España abandona a Europa por egoísmo de su dirigente. Fernando VII, ejemplo predecesor de felonía del que hoy nos maltrata, decidió por interés exclusivamente personal, cuando las tropas del marqués de la Romana ya habían invadido territorio francés, negociar la paz unilateralmente con Napoleón para asegurarse el trono que años antes había cedido a los Bonaparte. El resultado fue que los europeos vencedores nos expulsaron de congreso de Viena, en el que se diseñó el futuro de Europa, y nos dejaron sin indemnización alguna por parte de Francia a pesar de haber luchado contra ella. Ahora, por interés exclusivamente personal del déspota que hoy nos manda, dejamos a Europa prácticamente sin presidencia.
Bien, incluso se podría aceptar que hay que adelantar las elecciones, aunque dijera que iba a finalizar toda la legislatura, tras la debacle sin paliativos de la izquierda (salvo los filoterroristas) que el susodicho construyó denominada por Rubalcava Frankenstein. Podría aceptarse el adelanto, pero, por supuesto, sin la presencia del responsable de que tan buenos representantes socialistas se hayan tenido que ir al paro tras una labor de servicio publico encomiable (más o menos eso dices tu). Tras una campaña electoral de carácter regional y local que convertiste con tu omnipresencia en plebiscitaria sobre tu persona, regalando mercedes en cada mitin al que acudías. Lo coherente, lo honrado, es que precisamente tú no te presentes.
Por el contrario, adoptas la decisión de mandarnos a votar como si fuese un castigo. Os jodéis, en mes de vacaciones y en medio de un puente, esperando además que la gente pudiente, que suele veranear, o al menos ir de fin semana, se olvide de votar. Máxime cuando el voto por correo varios de tus compañeros y compañeras lo acaban de desprestigiar y los plazos que quedan son muy ajustados. Pero presentándote tú, pareces dar la impresión que quieres pasar por las elecciones como por el rio Jordán, para quedar inmaculado tras habernos metidos a todos, y especialmente a tu partido, en la peor pesadilla que haya atravesado la democracia española durante tus años de mandato.
No quieres, César, que tus fieles te acuchillen camino del Senado. Les mandas de nuevo de campaña, salvo los asqueados que han decidido raudamente volver a su puesto de trabajo. Las convocas de prisa para no tener que dar explicaciones de tus fallos, para que no te exijan explicaciones, para que no tengas que asumir responsabilidades, para que la gente no tenga tiempo de asumir la victoria de la derecha, y, sobre todo, para que puedas jugar tu última baza, aunque sea en plenas vacaciones, en pleno puente de fin de semana, y sin apenas aliento tras las últimas. Esperemos que no oses esconder las urnas tras unas cortinas. Que de todo eres capaz, ya que sólo te guía el ansia de poder.