Tonia Etxarri-El Correo

La crisis del vertedero de Zaldibar ha sacudido los cimientos de la campaña del PNV

No se imaginaba el lehendakari Urkullu que la crisis medioambiental y humana de un vertedero (dos trabajadores permanecen sepultados bajo los escombros al cabo de diez días) iba a ser su ‘talón de Aquiles’ en la campaña electoral. Desde que el 6 de febrero se produjo la tragedia del derrumbe de la escombrera en Zaldibar se acumulan las incógnitas, la impaciencia e indignación de los vecinos y los reproches de la oposición. El aviso de Osakidetza para que los habitantes de la zona extremen su precaución junto a la suspensión de la celebración del derbi Eibar-Real Sociedad, lejos de tranquilizar, ha provocado mayor preocupación. Casi 50.000 personas habitan en una zona de alerta sanitaria en donde no saben lo que están respirando. Se han manifestado por las calles porque se sienten víctimas de una catástrofe en la que el Gobierno vasco empezó derivando culpas ajenas, se tardó en reaccionar y se ocultó información. Esa es su percepción. Es la hora del gabinete de crisis y de los informes técnicos. Aún se ignoran las causas de este desastre y todavía no se han podido rescatar los cuerpos de los dos empleados sepultados, Alberto y Joaquín. Pero ha empezado ya la campaña electoral . Y la primera pregunta que lanzó el PP vasco hace días sobre la mesa es si se hubieran acelerado los trabajos de desescombro si hubiera intervenido la UME. Esa dotación del Ejército tan reconocida por su eficacia en las operaciones de rescate. Nunca lo sabremos. Porque el Gobierno vasco no utilizó esa ayuda.

La crisis del vertedero ha sacudido los cimientos de la campaña del PNV. El balneario del lehendakari tiene una fuga. Con escombros, dos desaparecidos, amianto («dentro de los parámetros lógicos») y dioxinas en el aire. Y lo que empezó pareciendo un «accidente laboral» ha mutado en un problema de tales dimensiones que, si se hubiera producido en otras comunidades autónomas, a estas horas estarían pidiendo la dimisión del presidente desde todos los flancos políticos. Aquí, el PNV cogobierna con los socialistas que, además, ostentan la cartera de Medio Ambiente, cuyo consejero Arriola derivó las primeras responsabilidades hacia la empresa titular del vertedero advirtiendo de su condición de empresa privada. Por lo tanto, las críticas a la mala gestión institucional de esta tragedia corren a cargo de Bildu, Elkarrekin Podemos y el PP vasco.

Y donde el PNV ve utilización de la desgracia, la oposición cree que está ante una oportunidad para descalificar la gestión del Gobierno vasco, que ha tenido una de las legislaturas más improductivas de los últimos tiempos. La oposición carga y el PNV, esta vez sí, saca toda su artillería contra EH Bildu para decirle que no está dispuesto a recibir lecciones de ética de quienes hasta hace muy poco apoyaban los asesinatos. El caso es que Urkullu ha tenido que aparcar su silencio y su distancia. Se personó en el lugar de los hechos seis días después del derrumbe. Y ayer volvió a hacerlo. De la justificación de la ausencia inicial del lehendakari porque no se trataba de «estar por estar», se ha ido corrigiendo la falta de tino. Son tiempos electorales.

La importancia de los gestos. Bien lo supo el canciller socialdemócrata alemán Schröeder en su campaña de 2002. No tenía futuro para revalidar su presidencia según las encuestas. Pero su rápida reacción con las graves inundaciones en Sajonia provocó un vuelco en el voto. Se calzó las botas de goma para pisar el barro que le salpicaba hasta el rostro. Las ayudas a los damnificados hicieron el resto. Y volvió a ganar las elecciones obteniendo una cota de popularidad imprevista semanas atrás.

Las encuestas le van bien hasta ahora a Urkullu. Su partido, el PNV, sigue subiendo. Como EH Bildu. Su socio, el PSE, también sube logrando desplazar a Podemos del tercer lugar. Los socialistas vascos renunciaron a ser alternativa al nacionalismo hace años. Su papel de acompañante de quien manda, el PNV, reduce el margen a Idoia Mendia. Por eso se presenta como el factor de moderación del PNV. Poco que añadir a la crisis del vertedero. El PP de Alfonso Alonso exige responsabilidades. El lehendakari y los consejeros afectados tienen que rendir cuentas.

Lo harán mañana en el Parlamento vasco. A petición de la oposición. La gente se ha manifestado con mascarillas como gesto simbólico. Para reflejar su miedo a lo desconocido. Hay que despejar todas las dudas cuanto antes. El 5 de abril está a la vuelta de la esquina. No conviene que vayamos a votar con la mascarilla de la desconfianza.