John Müller-El Mundo
España entró en una fase de inestabilidad política en 2015 que no acabará pronto, según indican los sondeos. En este periodo han ocurrido cosas excepcionales. Hemos visto al líder del partido mayoritario renunciar a formar gobierno hasta conseguir la repetición de las elecciones y al líder de la oposición convertirse en presidente del Gobierno a fuerza de ambición y audacia, encaramándose en una mayoría circunstancial y heterogénea.
De igual manera que en el debate sobre el voto útil que hoy se está registrando en la derecha, los políticos han conseguido crear la impresión de que la inestabilidad política es culpa de unos votantes caprichosos. Una estrategia mentirosa, porque hay otros países europeos con parlamentos tan fragmentados como el español donde los políticos han hecho su trabajo y han llegado a acuerdos para formar gobiernos, algunos de ellos aparentemente imposibles. Es el caso de Alemania, Suecia o Italia.
Si el asunto del voto útil estuviera tan claro en todas las circunscripciones y pusiera en peligro cuestiones fundamentales para nuestros políticos, proliferarían los pactos como el que han anunciado UPN, PP y Ciudadanos en Navarra. Esta comunidad foral es uno de los sitios donde la fragmentación política ha pasado factura a la centroderecha y a los foralistas, y ha permitido que los independentistas y la izquierda radical controlen las instituciones. En las autonómicas de 2015, Ciudadanos se quedó a 200 votos de alcanzar un diputado, pero le restó a UPN los sufragios suficientes para obtener el escaño que le hubiera permitido gobernar con los socialistas. Algo similar sucedió en el Ayuntamiento de Pamplona que acabó en manos de Bildu.
Pero el esfuerzo que ha hecho UPN, postergando una marca acreditada en favor de Navarra Suma, que es el nombre del pacto, podría caer en saco roto de acuerdo con lo que suceda con Vox. El resultado del partido de Santiago Abascal es más decisivo en las autonómicas que en las generales y podría dificultar un gobierno de coalición que deberá pasar por los socialistas. Sin embargo, el pacto navarro es un ejemplo para la política nacional: en vez de cabrear a los electores sugiriéndoles que votan mal, los partidos deben buscar pactos para optimizar sus votaciones o formar gobiernos.
Salvo por Vox, las encuestas no pintan tan bien para los partidos que han desafiado el bipartidismo. Los pronósticos indican que el PSOE, que estuvo muy penalizado por la fragmentación tras el gobierno de Zapatero, ha iniciado un ciclo de consolidación del voto de izquierda y centroizquierda a costa de Podemos. En el otro polo, en cambio, el voto se ha dividido en tres marcas. En un sistema con fuertes tendencias bipartidistas, la derecha ha retrocedido a la situación previa a la llegada de Aznar, cuando le costaba entender que debía agrupar el voto y moverse hacia el centro. Qué tan atrás hemos viajado en el tiempo lo dirán los españoles el 28 de abril.