Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 21/11/11
D e las elecciones de ayer me interesa destacar un detalle que está más allá de los resultados: han sido las primeras que se han celebrado sin terrorismo. El precio es alto, dejar que Amaiur, la coalición que representa al mundo etarra, tenga una exagerada presencia en el Parlamento. Pero es preferible ver a un simpatizante de una banda terrorista sentado en un escaño a asistir a un entierro de alguien asesinado por esa banda. Y hubo muy pocas campañas electorales que no hayan tenido un funeral. Dejadme lamentar los votos y celebrar unas elecciones en paz.
En todo lo demás, ninguna sorpresa. El Partido Popular obtuvo el resultado pregonado por las encuestas de intención de voto. El Partido Socialista fue severamente castigado por su labor de gobierno; de desgobierno, dirán los más críticos. Izquierda Unida recibió el regalo del voto del desencanto de las izquierdas y no tuvo que hacer otra cosa que poner las urnas para recogerlo. Unión, Progreso y Democracia ha logrado un fuerte incremento, y hay que decir que es un voto personal a Rosa Díez, cuyo discurso ha sido el más novedoso de la campaña. Y algún partido nacionalista, como el PNV, no podrá volver a decir por el momento que representa a Euskadi; pero, ay, lo peor de estas elecciones ha sido que el nacionalismo vasco, sumado al independentismo, empieza a ser un peligro para la unidad nacional.
Del resultado global no hay nada nuevo que comentar. Una larguísima campaña electoral, un aluvión de encuestas y una votación previsible hicieron que todos los análisis estuvieran hechos de antemano. El Partido Popular ha sido el ganador, pero porque se ha cumplido un viejo principio: las elecciones las pierden los Gobiernos. Y el Gobierno Zapatero llegó al 20-N en las peores condiciones que podía llegar: con cifras récord de paro, insufrible desconfianza de los mercados, sensación de Gabinete que estaba agotado y sin recambio interno, y una sociedad que pedía a gritos el relevo. Mariano Rajoy estuvo en el momento preciso y en el lugar adecuado para beneficiarse de esa oleada de cambio que, además, lideró con su eslogan electoral. No ha importado nada su falta de concreciones. España buscaba un gestor de la agonía económica, y él estaba en la mejor posición.
Al otro lado, ¡ay de los vencidos! A Rubalcaba le correspondió exactamente lo contrario: estar en el peor lugar en el momento más desgraciado. Y aunque hubiese inventado la política, tenía que pagar la factura de la crisis. No tuvo a favor ni un solo detalle. La derrota ha sido espectacular. No quiero hacer leña del árbol caído, pero al Partido Socialista le corresponde ahora una difícil disyuntiva: decidir si es un partido que se puede refundar o es, como algunos temen, un partido en liquidación.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 21/11/11