EL MUNDO – 20/04/16 – CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO
· En el PP aún hay quien piensa que si Podemos hace al PSOE una nueva oferta, en el último minuto, podría lograr un pacto «a la valenciana» que evitaría la convocatoria de nuevas elecciones el próximo 26-J. Sin embargo, la tesis de que el acuerdo Iglesias-Sánchez es cosa hecha ya no se escucha en los pasillos de Génova 13. El partido y el Gobierno operan ya como si los comicios fueran inevitables.
Los expertos en asesoría política mantienen que lo que tiene que hacer un partido para ganar unas elecciones es poner el foco en lo que los ciudadanos consideran que son mejores que sus competidores. Es decir, convertir el atributo que las encuestas le otorgan como propio en lo único importante.
Eso fue lo que hizo el PP en la campaña del 20-D al repetir el argumento de que Rajoy había mejorado la economía partiendo de una situación desesperada (el rescate) heredada del Gobierno anterior (el PSOE). Mientras que los socialistas pretendieron centrar la campaña en la corrupción, el PP insistía machaconamente en la economía.
El Partido Popular actuó como si el PSOE fuera su único adversario, como había venido siendo habitual en contiendas anteriores, ninguneando a Ciudadanos y dándole oxígeno a Podemos como partido que podía restarle apoyos a los socialistas.
Aunque el PP perdió un tercio de sus votos, logró ganar, mientras que el PSOE salvó por los pelos la segunda plaza y, por tanto, mantuvo su estandarte como primer partido de la oposición. ¿Qué ocurrirá en la próxima campaña? ¿Mantendrá el PP un discurso basado exclusivamente en la economía?
La perspectiva ha cambiado mucho en estos cuatro meses. No sólo porque los datos económicos ya no son tan brillantes (ayer el ministro de Economía, Luis de Guindos, revisó a la baja los datos de crecimiento y empleo y al alza los de déficit previsto), sino porque los asesores de Génova y Moncloa consideran que la economía ya no supone un elemento movilizador para el votante del centro derecha.
El PP quiere aparecer ahora ante los ciudadanos como el auténtico valladar frente al avance de Podemos, el muro de contención contra un frente de izquierdas en el que da por hecho que estará el PSOE.
El pasado lunes lo expresó con nitidez el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, al explicar que su motivación fundamental para permanecer en política es «frenar a Podemos».
En cierto sentido, es la vuelta al clásico eje izquierda-derecha (metiendo en el mismo saco a Sánchez y a Iglesias), lo que permite al PP apelar con mayor justificación al «voto útil». El PP no recurrió a ese argumento en la campaña del 20-D porque pensaba que podía formar un gobierno con Ciudadanos, partido al que bastaba con mirar por encima del hombro y con el que, además, existen coincidencias programáticas en el terreno económico, el leit motiv de esa campaña.
Sin embargo, ahora el PP considera vital recuperar a una parte de los votantes que se marcharon a C’s y sabe que la única forma de lograrlo es apelar al «voto útil», argumentando que no hay otro partido que pueda hacer frente de manera sólida a Podemos y, por tanto, que la división del centro derecha sólo beneficiaría al bloque de izquierdas.
Puede que ese cambio de orientación en las prioridades de campaña le dé buen resultado al PP, pero debe tener cuidado con poner demasiado énfasis en los aspectos bolcheviques del partido de Iglesias. Eso fue lo que intentó Esperanza Aguirre y hoy tenemos el Ayuntamiento de Madrid gobernado por una coalición de izquierdas.
EL MUNDO – 20/04/16 – CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO