- Ni herederos del franquismo, ni nazis malísimos. Quien no lo entienda así se estará equivocando de medio a medio.
Si la manifestación en Colon demuestra algo es que Vox no son cuatro gatos ni un partido al que puedas eliminar de la ecuación llamándoles fascistas, machistas, trumpistas o populistas. De entrada, Vox es la tercera fuerza política nacional con representación en el Congreso, cogobierna en Castilla-León y es imprescindible en muchos otros. Vox ofrece un mensaje transversal -odio la palabreja pero es imprescindible- que atrae tanto a empresarios como a trabajadores, a hombres como a mujeres, a jóvenes como a personas jubiladas, a catalanes o a canarios. Tiene un programa económico cercano a las tesis liberales de la escuela de Chicago, léase Milton Friedman, es profundamente conservador en temas de moral privada como el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo -ahí discrepo profundamente- y defiende a pie y a caballo todo lo que atañe a la defensa de España, la Constitución y el actual orden democrático. Un dato no menor: en las últimas generales consiguió el voto de 3.656.979 electores. El PP obtuvo 5.047.040 y Sánchez 6.792.199. Un poco menos que el entonces líder popular Pablo Casado y más o menos la mitad que el líder social bolivariano.
Elaboren quienes se oponen al sanchismo un relato basado en la España real y acabará la pesadilla
Aunque históricamente parezcan cercanas las fechas, han pasado muchas cosas desde aquellos comicios hasta ahora. Sánchez se ha arrancado la careta de líder socialista a la antigua usanza indultando a golpistas, gobernando con podemitas, acercando a etarras, pactando con Bildu y gobernando a la venezolana a base de decretos ley, orillando al Congreso e incluso a los órganos judiciales. Los sondeos confirman, a excepción del bien mandado Tezanos, el ascenso del PP en intención de voto. Sánchez, curiosamente, aunque pierda no lo hace en la proporción que cualquiera pensaría, y ahí tenemos la clave del problema: el relato. Mucha gente que ha votado socialista toda la vida piensa que lo peor sería que gobernase ultra derecha. Se han tragado que Franco es el candidato del partido verde. La maquinaria mediático-propagandística que se dirige desde Moncloa se ocupa en lanzar en mensajes de ese calibre para tapar la realidad: con Sánchez la miseria ha aumentado en España. En 2021 los españoles por debajo del umbral del riesgo de pobreza ya alcanzaban el 21,7% de la población. Hay una diferencia abismal entre el discurso oficial, plagado de unicornios y cosas chulis, y la calle. Existe una necesidad urgente de justicia social, pero de la de verdad, no la basada en paguitas para que te calles. Ese es el nicho de votantes que los de Abascal persiguen. En la manifestación de Colon no había gente de los del puro -aunque Santiago los fume y bien que hace-, ni marquesitas cargadas de joyas con abrigos de piel, ni sacristanes de manos untuosas y cerriles. Había gente hastiada de ver que es pobre por más que trabaje, que ve sus derechos amenazados por el totalitarismo woke, que no se cree a ningún partido de los de siempre. Gente, en suma, que confía en que Vox sea diferente a lo visto hasta ahora. Todo eso requiere un relato, porque con la realidad se puede llegar muy lejos, pero no basta. Tengo para mí que ese relato se fundamenta en algo que decía el viernes pasado el gran Joaquín Leguina, nada sospechoso de ser facha, en la tertulia de Carlos Herrera: esto no va de derechas ni de izquierdas. Exacto. Va de gente de bien y de parásitos. Será por eso que Vox no son cuatro gatos o, si me apuran, por lo que Ayuso gana por goleada. Elaboren quienes se oponen al sanchismo un relato basado en la España real y acabará la pesadilla.