José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
La izquierda española se ha abonado a las políticas de identidad que son las que llevaron a la derrota de los demócratas en EEUU y a la victoria de Donald Trump
De la misma manera que Unidas Podemos, y en menor medida el PSOE, han incorporado a su oferta electoral versiones del feminismo en distinto grado de radicalidad, Vox, como expresión antagónica de lo que esa izquierda representa, maneja con parecida rotundidad la acumulación de hartazgo que esa particular política activa de identidad de género suscita. El partido de Abascal celebra hoy su Asamblea General y mañana su gran mitin, en coincidencia, en absoluto casual, con las concentraciones feministas del 8-M que este año se plantean más conflictivas que otros anteriores.
Existe una clara divergencia en el enfoque técnico-legislativo de la libertad sexual —en el ámbito penal— entre el PSOE y Unidas Podemos como acreditan las diferencias de criterio respecto del todavía no publicado anteproyecto de ley que ha sido aprobado por el Gobierno a propuesta de la ministra de Igualdad, Irene Montero. Históricos referentes del feminismo han arremetido contra el texto porque consuma una reformulación de conceptos que desplazaría el centro de gravedad de la tradicional militancia feminista: del sexo a la autodeterminación de género. Lidia Falcón, un bastión argumental del feminismo, ha recordado en un artículo en el diario ‘Publico’ (16 de diciembre pasado) su airada consideración contra estas construcciones conceptuales: «ya la mujer no existe, somos únicamente género, pero las bofetadas se la dan a las mujeres no al género».
En estas circunstancias, y quizás por su concurrencia, tanto el PP como Ciudadanos han tomado la decisión de entrar en el terreno del feminismo que un amplio sector de la izquierda considera como de su exclusivo patrimonio ideológico y estratégico, mientras que Vox —coherente con su rechazo radical incluso a adoptar los conceptos más comunes del debate— impugna de raíz todas las políticas feministas y se remite a la violencia intrafamiliar. Considera el feminismo como un instrumento netamente izquierdista de naturaleza sectaria.
Una encuesta de Metroscopia terminada el pasado jueves arroja datos que sugieren que el partido de Abascal podría capitalizar el disenso en la percepción social del feminismo en sus distintas versiones. Los más significativos serían los siguientes:
- El 67% de los consultados considera que las mujeres tienen una vida más difícil, y el 76% admite que en nuestro país predominan mucho o bastante los comportamientos machistas.
- Aunque hay acuerdo muy amplio sobre las reivindicaciones feministas (71%), los votantes de opciones de derechas se muestran menos receptivos a ellas.
- Un porcentaje importante (el 43%) estima que el feminismo se está convirtiendo en un movimiento que busca enfrentar a las mujeres con los hombres, aunque la mayoría (55%) no lo cree.
- Existe una percepción mayoritaria (48%) sobre la falsedad de las denuncias contra los hombres. Lo creen así mucho más los votantes de derecha (71%) que los de izquierda (34%).
- Una mayoría del 53% de los consultados está de acuerdo en que los maltratadores de mujeres tienen problemas psicológicos serios y que la ley de violencia de género «puede proteger a las mujeres, pero desprotege a los hombres» (48% frente al 46%), siendo de nuevo los votantes de derechas los que más mantienen esa convicción.
- Es muy significativo que el 53% opine que el movimiento feminista no representa a todas las mujeres y solo el 39% estime que sí lo hace, de lo que se deduce otra respuesta coherente: el 82% de los encuestados considera que todos los partidos políticos deben poder participar en la manifestación del 8-M
- A la pregunta de si «es más apropiado hablar de violencia de género que de violencia intrafamiliar«, el 64% se muestra de acuerdo y el 28% en desacuerdo, aunque los votantes de las opciones de derecha se dividen por mitad a favor de una y otra respuesta, mientras que los de izquierda apoyan (76%) el concepto que emplea el feminismo.
- Por fin, una abrumadora mayoría del 82% de los ciudadanos consultados considera que debe haber consentimiento expreso en las relaciones sexuales.
Estos datos, obtenidos científicamente, describen los términos del debate social sobre el feminismo, pero alertan también de que posiciones como las que mantiene Vox, y que hoy y mañana reiterarán sus dirigentes, disponen de audiencia y acogida en sectores no pequeños de la sociedad española. El desmarque del partido de Abascal respecto del de Casado y Arrimadas, delimita un territorio ideológico y emocional en el que podrían instalarse confortablemente sectores de la derecha si una parte de la izquierda persiste en radicalizar esa política de identidad que en otros países ha provocado un movimiento político pendular. Vox colisiona, en términos generales, con el 8-M. Virulentamente.
La izquierda española se ha abonado a esas políticas ‘identitarias’ a las que Mark Lilla en su imprescindible ensayo ‘El regreso liberal’ (editorial Debate) atribuye la derrota de los demócratas a manos de Donald Trump en noviembre de 2016, en la medida en que la yuxtaposición de identidades tratadas de forma separada —ecologistas, LGTBI, feministas, animalistas, minorías varias— ha debilitado la condición que a todos ampara: la de ciudadanos. Habría que atender a experiencias ajenas que han derivado de la peor manera para conjurar el peligro de imitarlas. Porque ya hemos visto a dónde conducen, incluso en las democracias más solventes.