EL MUNDO 05/10/13
ARCADI ESPADA
Querido J:
En la madrugada del viernes 28 de abril de 1939 un hombre está escribiendo una carta, probablemente en la habitación del hotel Bristol de Barcelona donde se aloja. Se llama Josep Pla, lleva 20 años trabajando de periodista y desde finales de enero participa en las tareas de dirección del diario La Vanguardia. Hace tres semanas que la Guerra Civil ha terminado. Su corresponsal es Manuel Aznar, antiguo director de El Sol (cuya vida no alcanzará a conocer el honor de ser abuelo de un presidente de Gobierno), y nombrado director del periódico después de la conquista de Barcelona por las tropas de Franco. Un nombramiento puramente circunstancial, porque no parece que el interés de Aznar pase ni por Barcelona ni por La Vanguardia. El 1 de marzo está en Roma para informar de la elección del nuevo Papa, que será Pío XII. Y en abril, pocos días después del final de la guerra, ya está instalado en Madrid, que es a donde Pla le escribe, con un asunto central:
«Ya le contará Paco [Francisco Casares, secretario de redacción de La Vanguardia y mano derecha de Aznar] el efecto que ha producido aquí el nombramiento de Galinsoga [Luis, redactor de ABC y luego director de La Vanguardia entre 1939 y 1960, cuya designación se atribuyó a Serrano Suñer]. En primer lugar, el pretexto del nombramiento es muy extraño. Al parecer se produjo un altercado entre Juan Ignacio [Luca de Tena, propietario de ABC] y Galinsoga motivado por la presencia de [Manuel, periodista] Halcón en ABC–y esto puede tener fundamento por lo mal que habla Galinsoga de Halcón–, lo que motivó que Galinsoga se encontrara sin puesto en Madrid. Y así, considerando que La V. [anguardia] es un gobierno civil o cosa parecida, se le nombró para este puesto».
Estoy seguro de que este párrafo habrá bastado para que comprendas lo que tengo en las manos. Durante años hemos buscado esta carta, extrañamente convencidos de que estaba escrita. Si no puedes esperar más, aquí la tienes entera http://estudioae.com/pla.pdf. Cuatro emocionantes cuartillas. La carta en que Pla asume que no va a poder seguir trabajando en La Vanguardia y donde anuncia su retorno a Llofriu, donde asumirá el trabajo de reconstruir el mundo perdido. La carta donde habla de Galinsoga y ese momento con un detalle, lucidez y franqueza que evitó siempre en su obra completa:
«Se dice aquí, para dar un poco de dorado a la cosa, que Galinsoga emprenderá una campaña contra el catalanismo. A mí, esto me es igual pero piense Vd. Aznar que La V. no es un periódico –si se quiere mantener esta fórmula– para esta clase de campaña. Por otra parte, ya comprenderá Vd. que al llamado catalanismo le importa muy poco una, dos y hasta tres campañas de Galinsoga. En cambio puede importarle mucho al periódico como fórmula económica aún pujante. Galinsoga ha estado aquí tres o cuatro días. No ha hecho nada más que hablar con Godó [Carlos, propietario de La Vanguardia]. Se ha marchado a Sevilla a levantar un piso y ha prometido volver el 12 o 14 de mayo. Pasará por Madrid pero no sé si tratará de verle. Lo dudo. Lo que sí ha hecho Galinsoga aquí es hablar. Ha dicho que hay que reorganizar la casa y sobre todo la renovación de planta, de cuajo. Se llevará al periódico gente de Madrid y de Valencia. Se organizará un secretariado. Ya comprenderá que la redacción y en general toda la casa, que ya estaba descompuesta, ha quedado apabullada. Godó y Martínez Tomás actuarán ya formalmente y comenzarán las venganzas».
Y la carta donde, finalmente, cuenta lo que el origen y las inflexibles condiciones de supervivencia de eso que se llamó La Vanguardia Española:
«Galinsoga ha dado a Godó la fórmula para resolver el problema jurídico. Le ha restablecido de hecho en la propiedad con la advertencia de que este restablecimiento de hecho se convertirá en restablecimiento de derecho si se tiene discreción y se mantiene la casa en una penumbra más o menos vaga. Godó está delirante. Considera a Galinsoga un genio y se ha entregado a él en cuerpo y alma. Esto coincide con toda clase de insinuaciones respecto de Vd., respecto de su lealtad, de su capacidad para tenerle contento y engañado, de su falta de fair play. Godó es un pobre insensato, que no sabe lo que se hace. ¡Ha caído en buenas manos! 17 años de adulación a los Luca de Tena forman un buen bachillerato. Galinsoga hará de él lo que le dé la gana».
Lo hizo. Durante 20 años lo hizo. Hasta que envió a los catalanes a la mierda en el templo y fue sustituido, precisamente, por un Aznar que ya iba de bajada. Te preguntarás, querido, de dónde he sacado la carta. Importa más que la carta misma. Forma parte del impresionante epistolario de Manuel Aznar, una joya inédita de la política y la cultura del siglo XX, en el que ya está trabajando mi gentil y joven amigo Javier Aznar, biznieto.
He de confesarte que la lectura de los últimos párrafos ha acabado dejándome entristecido. La vida, claro, tiene menos dorado que la literatura. Imaginábamos un Pla orgulloso que abandonaba la ciudad y el periódico, camino de su vieja masía y su colosal Recherche. Más o menos, más o menos.
«Yo me iré a su regreso (de Galinsoga), al pueblo, a vivir al campo. Le mandaré algún artículo inactual para que me los haga vender en algún papel. ABC, por ejemplo. Supongo que me ayudará. No nos dejen a [Ángel] Marsá [periodista de La Vanguardia] y a mí, estos últimos días en la estacada. Escriba algo, que Paco trabaje. (…) Ya comprendo que está Vd. muy ocupado. ¿Pero no tendrá un momento para escribirme una carta? Considero imposible hoy por hoy aguantarse en el extranjero porque la falta de papel no permitirá enviar artículos y telegramas. Pero cuando esto esté resuelto, quizás convendrá hablar de ello.
Muchos recuerdos. Reciba un abrazo de José Pla».
Se fue a Llofriu porque el nuevo poder le abandonó, y no la viceversa. Supongo que me ayudará. Duele ver a un genio inclinado. Pero del fracaso de los asuntos nació su gloria.
Sigue con salud
A.