ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 07/02/16
· Mi liberada: Yo creo que Madrid estaría ahora de tu gusto. Siempre la miraste por encima del hombro, pero tu complejo ha pasado por algún mal momento. Por ejemplo, aquella conversación inolvidable entre los presidentes Jordi Pujol y Alberto Ruiz Gallardón:
– ¡Vaya red de metro que están construyendo ustedes, eh?– le dijo Pujol.
– Es que nosotros, presidente, dado que no tenemos que construir una nación, nos dedicamos a construir el metro.
También te sorprendió, con mesocrática envidia, su esforzada higienización de la cocina popular. Madrid tiene la mejor y más sólida clase media de restaurantes de Europa: media de ración, media de precio y media de innovación. Tus fastidios por su brillantez cultural han sido legendarios, por más que los atribuyeras a la conjura pertinaz contra Catalunya. Y su poderío económico te ha sido indiferente sólo a partir del Proceso, cuando el españolazo honra sin barcos se ha convertido en lema principal de tu casa separada. En estos años, en fin, has pensado a menudo en la inquietante posibilidad, más bien una certeza, de que Madrid fuera una ciudad avanzada, y lo peor para ti, más avanzada.
Sin embargo, las cosas están empezando a cambiar, y agradablemente para tus intereses sentimentales, gracias a la nueva política municipal. La política es una costra sobre las ciudades y los países, y por debajo sigue fluyendo la sangre viva de los intereses particulares. Pero aunque se tome su tiempo la política acaba siempre influyendo. Tal vez la política no sea lo más importante de la vida; pero nada de la vida escapa a la política. En Madrid gobierna ahora una gente aproximadamente de tu género. A ti te excita mucho que suceda. Nada se te habría dado mejor que cantar el Madrid, qué bien resistes, mientras la Barcelona de la agonía republicana se disponía a ser, tan juiciosamente, ciudad abierta y archivo de cortesía ante los franquistas.
Ahora te pasa algo similar. Observas con simpatía a tus hermanos podemitas, cómo van abriéndote el camino a machetazos, pero los traicionarás en el momento que sea necesario. Si en ese tumulto se diera el milagro de que un Azaña (¡nada menos!) surgiera y dijera: «Si en algún momento dominara en Cataluña otra voluntad y resolviera remar sola en su navío, sería justo permitirlo y nuestro deber consistiría en dejaros en paz», a no dudar que sería el mismo Azaña que al cabo de unos meses dijera de vosotros: «Asaltaron la frontera, las aduanas, el Banco de España, Montjuïc, los cuarteles, el parque, la Telefónica, la Campsa, el puerto, las minas de potasa, crearon la consejería de Defensa, se pusieron a dirigir su guerra, que fue un modo de impedirla, quisieron conquistar Aragón, decretaron la insensata expedición a Baleares para construir la gran Cataluña de Prat de la Riba…» (Europa Press, Ediziones).
Pero, en fin, no era mi voluntad ir tan lejos. A veces creo que te sobrevaloro. Yo solo quería animarte a que viajaras a Madrid cuanto antes, porque experimentarás la sensación de tus hermanos mayores de la gauche divine cuando se reunían con la izquierda madrileña y volvían a casa ironizando sobre su chabacanería y su realismo de la berza. Es verdad que entre tus amigos que gobiernan en Barcelona hay una pissadière, como la llamaste con tu boca refinada y creativa; pero ya explicasteis, rápido, que era videoarte y que además se meaba en Murcia.
Cuando llegues a este Madrid, y después de que te nombren emperatriz de Lavapiés, te fijarás en los carteles de la campaña de limpieza que el Ayuntamiento ha puesto en marcha. Sonreirás. El zapato que pisa un coprolito y dice: «Suerte es tener un barrio limpio». Pisa morena. O: «Un chicle tarda en desaparecer cinco años». Chicle ya solo debe comerse en Madrid. O: «Seguro que lo haces sin querer», expresión sublime del paternalismo populista aplicada al fumador olímpico. En cuanto al grafismo, puro fifties, tipo parches Sor Virginia. Sin sombra de guiño kitsch: puro lenguaje recto.
Percibirás también un furioso gusto por la demolición. Nada que ver con aquel impulso que llevó a la baronesa Thyssen a amenazar con ahorcarse en los plátanos de su paseo del Prado si el alcalde Gallardón los cortaba. Este Madrid donde el piquete es la piqueta. Al igual que el recio fascismo del ya hemos pasao, el primer trabajo de los nuevos munícipes ha sido ir a la caza de toda huella de piedra del franquismo y destruirla. La operación ha cumplido, como propia de sus autores, todas las expectativas de zafiedad, ignorancia, ilegalidad y pasión maléfica que podía esperarse. Basta leer, por ejemplo, lo que ha escrito mi amigo Sergio Campos en su blog Carta de batalla sobre la primera placa que retiraron, dedicada al panadero y sindicalista José García Vara, asesinado el 2 de abril de 1935: su lápida de homenaje se colocó en 1965, a instancias de un Centro Social Manuel Mateo, antecedente directo de aquellas Comisiones Obreras.
Nunca deberá dejar de subrayarse que este borrado de la memoria ciudadana se hace al amparo de la ley de Memoria Histórica, que aprobó el Gobierno Zapatero. Retirar placas, lápidas y monumentos es una operación especialmente cínica desde el punto de vista de la memoria. Al fin y al cabo el nombre de una calle se sustituye por otro nombre y la operación puede justificarse con la evidencia de que la memoria no es más que una jerarquía cambiante de honores. Pero cuando se extirpa una placa o un monumento del tejido ciudadano no solo se sustituye el honor por la deshonra. También la memoria por el olvido. Y estos brutos ignoran, además, que la desmemoria del franquismo va en contra de sus propios intereses políticos.
Si te animas y viajas, disfrutarás en especial de los espectáculos pagados con el dinero público. De su audacia militante. Este Carnaval han puesto unos títeres deliciosos que daban vivas a Al Qaeta, le même combat. Madrid, qué bien resistes. Te veo nítidamente en la explanada, gozándolos, riéndote y comentando se han pasao, se han pasao, con ese corazón contento que da el reencontrarte con aquel Madrid de furia y caspa, torpe, adánico y viejo, tibetano y de nuevo poblachón.
Sigue ciega tu camino.
ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 07/02/16