TEODORO LEÓN GROSS-ABC
- No es razonable que Feijóo se refugie en declaraciones grises mientras, por otro lado, cuaja el ayusismo
Desde hace semanas el Gobierno, después de meses noqueado por la ley del ‘sólo sí es sí’ y la reforma desvergonzada del Código Penal que ayer mismo paralizaba el ingreso en prisión de un tipo con billete ‘business’ en el vuelo inagotable de la corrupción socialista en Andalucía, se ha hecho con la iniciativa política. Y además de modo apabullante. Se habla de salvar Doñana, de viviendas, de alquileres y de hipotecas, de Interrail… Se habla de lo que marca Moncloa. Y el PP no da señales de romper esa agenda e imponer su propio temario; de hecho, ni siquiera da señales de pelear para resistirse. En Génova parecen dejarse llevar confiando en que bastará el eslogan tentador de «derogar el sanchismo». Y pueden estar equivocándose.
Derribar al Gobierno es una de las grandes pulsiones en las democracias del siglo XXI. La ‘deselección’, concepto acuñado por Pierre Rosanvallon, consiste precisamente en darse el gustazo de defenestrar a quien tiene el poder. Y pocas veces se sentirá eso tan vivamente como con el sanchismo proteico. Pero el PSOE va a presentar batalla. Y ya se ha lanzado a esta campaña impúdica en un circo con dos pistas –mítines de partido, Consejo de Ministros en Moncloa– para vender un programa social sobre todo destinado a captar la atención de los jóvenes, con la promesa de casas fáciles, viajes fáciles, espectáculos fáciles… Actúan con descaro desvergonzado tirando de miles y miles de millones de sobrerrecaudación guardados para la tómbola electoralista, pero no por eso les va a temblar el pulso. Su objetivo obsesivo es simple: movilizar. Ahí, en la fidelidad de su clientela, está su debilidad, pero también la solución. Y tener al PP todo el rato a la contra, como pepitos grillos o cenizos con un no a todo, dispuestos a reivindicar la paternidad del Interrail y a la vez sostener que es una mala idea, eso no contrarresta. En algún momento, además del antisanchismo, habría que atisbar el albertismo.
Claro que hay que relativizar. El felipismo, el aznarismo, el zapaterismo, el marianismo y el sanchismo no existieron en la oposición, sino como estilo propio en el puente de mando. Con el albertismo será lo mismo. Pero sí que es razonable que haya una ilusión por la alternativa. No es razonable que Feijóo se refugie en declaraciones grises mientras, por otro lado, cuaja el ayusismo, con una capacidad singular de liderazgo y de marcar agenda, o el juanmismo en Andalucía. Mal asunto que Borja Semper tenga que aclarar que Feijóo será candidato aun pinchando el 28M. Eso se impone generando credibilidad y confianza con iniciativa política. Frente a la marrullería monclovita con el abuso de las instituciones y del ruido como el 2 de Mayo, el albertismo debería aparecer como antídoto. Y con la actualidad convertida en una competición por la atención, donde mandan los titulares y los clics viralizados, hay que marcar el paso. La gratificación antisanchista puede no bastar.