ABC 22/03/17
IGNACIO CAMACHO
· Borrachos arruinados después de una juerga de putas y copas. Toda una declaración de solidaridad socialdemócrata
DE no mediar una crónica pulsión autodestructiva, George Best pudo haber sido la mayor estrella de la historia del fútbol. Además de poseer una técnica como mínimo gemela a la de Messi, era rápido, intuitivo y genial. Un driblador mágico dueño de una cintura asombrosa. Pero su afición a la botella –y a las misses– redujo primero su carrera a unos pocos años, en los que le dio tiempo a ganar un Balón de Oro, y luego acortó su vida con toda clase de enfermedades del hígado. Antes de fallecer, a los 59 y sin un penique, le preguntaron cómo un hombre que gozó de contratos multimillonarios para la época había acabado en una situación tan deplorable. El «quinto Beatle», al que nunca le faltó sentido del humor ni de la autoparodia, respondió con el regate de una frase para la historia: «Gasté mucho dinero en coches, alcohol y mujeres. Y el resto lo derroché».
Algo parecido, pero con la mayor seriedad y sin atisbo de ironía, acaba de soltar en el «Frankfurter Allgemeine» el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, a propósito de los países del sur de Europa. Que piden ayuda a las naciones ricas como borrachos disipados después de una juerga de putas y copas. Licor y mujeres: sic. No es mala comparación para un ciudadano de Holanda, donde aún se fuma hachís en cafetines y los escaparates de los burdeles de Amsterdam son un reclamo turístico que recuerda su vieja tradición portuaria. Pero sobre todo constituye una expresiva muestra de solidaridad muy apropiada para un sedicente socialdemócrata.
Porque Dijsselbloen pertenece al Partido Laborista, recién vapuleado en las elecciones holandesas. Es, por tanto, o se considera un político de izquierdas. Sólo que en este caso se trata del responsable de una institución europea. El tipo que en el rescate bancario de Chipre incluyó una quita de los depósitos para «socializar» las pérdidas. Hace tiempo que tiene el cargo en el alero; Luis de Guindos suspira por sustituirlo y de hecho se ha encargado de airear profusamente su rajada en la prensa. Pero aguanta sostenido por los equilibrios de la partitocracia de Bruselas. En el ambiente comunitario su mentalidad cuenta con bastantes adeptos y de hecho supone un importante lobby ideológico con peso en el problema de la mutualización de la deuda.
La peligrosa presión del populismo está quebrando el principio de cohesión y replanteando el sentido de la solidaridad al entenderla como un problema. El pensamiento (?) introvertido se ha contagiado a la izquierda: un falso progresismo populista que sólo admite la redistribución dentro de los límites de su aldea. También sucede en España, donde los independentistas catalanes se declaran cansados de financiar los subsidios de los haraganes andaluces para que se pasen el día al sol y cantando flamenco, como todo el mundo sabe, en sus romerías y ferias.
Y el resto lo derrochamos.