Primero había que desmontar la idea de una sola nación y a fe que se ha conseguido: mesas de diálogo, los golpistas pasando el día en libertad en ocupaciones banales, blanqueo de Bildu y ETA, federalismo asimétrico, octogonal y paralepípedo y ostracismo condenatorio de la enseña nacional y el himno. Son hechos, hemos visto a policías identificando gente por llevar la rojigualda.
Una vez inducida en la masa que España es, en frase de Zapatero, cuestión discutida y discutible, había que hacerse con el control de los medios de comunicación, et voilà!, el Ente Público al servicio del Gobierno, discursos eternos del presidente, Iglesias hasta en la sopa, consignas machaconamente repetidas y medios privados comprados a base de talonario y publicidad institucional. Luego había que apoderarse de la administración de justicia, y ahí fueron raudos: nombran a la exministra del ramo Lola, Lolita, Lola, Delgado como fiscal general del Estado para que afine los temas, en alusión Jorge Fernández Díaz que parece una paloma torcaz al lado de esta gente.
Con una población acobardada por la covid-19, siguiendo con pavor en la tele si puede o no salir y en qué condiciones, la pavorosa miseria que ya está aquí para quedarse y las paguitas que suelten los capos gubernamentales tenían todos los flancos cubiertos para que Soros diera por buena su reunión con Sánchez, Solana y Serra tan pronto se ganó la malhadada moción de censura. Solo restaba un obstáculo para rematar su plan, que no es otro que volver a las andadas y recuperar la república golpista de Largo Caballero, La Motorizada de Indalecio Prieto que asesinó a Calvo Sotelo, la del PCE con sus checas y Paracuellos. Efectivamente, el último dique de contención se llama monarquía.
Al no ser rey, Don Juan Carlos ha perdido la inviolabilidad que tiene el monarca en España y que, sinceramente, a mi no me gusta nada porque creo que todos debemos ser iguales ante la ley
No extrañe a nadie, pues, que la Fiscalía del Tribunal Supremo haya decidido investigar al Rey emérito por la adjudicación del AVE a La Meca. El Supremo, creado en 1812 cuando las Cortes de Cádiz, ha destapado el tarro de las tormentas. Les cuento. Al no ser rey, Don Juan Carlos ha perdido la inviolabilidad que tiene el monarca en España y que, sinceramente, a mi no me gusta nada porque creo que todos debemos ser iguales ante la ley. Pero es que esto no va de justicia ni de averiguar si el emérito cometió ilícito o no, que eso ya se verá cuando se juzgue. A lo que van es a darle una patada a Don Felipe VI en el culo de su padre. Por eso la consigna ahora es decir “¿Veis cómo los monarcas son unos corruptos y hay que abolir esa institución medieval e injusta?”.
Les importa un pito si se cobraron comisiones, lo que cuenta es que con este escándalo se tapa -táctica de la casa – que Simancas haya recibido presuntamente un millón de euros de la Gürtel o que a Iglesias le empiezan a caer querellas por lo criminal. Lo sustancial es vocear que el padre del rey robó a manos llenas, aunque el escrito de Fiscalía descarte imputarlo por cohecho, limitándose tan solo a hacerlo por un presunto delito fiscal. Un apunte: Dolores Delgado, la exministra que comía amigablemente con el excomisario Villarejo y Baltasar Garzón, nombró al fiscal que ha de llevar el asunto, don Juan Ignacio Campos, con una prestigiosa e impecable ejecutoria en materia de derecho penal económico. Él será la cabeza visible de la investigación, auxiliado por los otros dos fiscales del Supremo al no ser este un caso corriente. Difícil papeleta. Confiamos en su recto proceder.
Pero si hemos llegado aquí, con la colaboración de la amiga entrañable Corinna zu Sayn-Wittgenstein – en qué mala hora, Señor, decidió acercarse a la susodicha -, las grabaciones de Villarejo y algún empujoncito de cierto personaje del CNI, no es por casualidad. Prescindiendo de si hubo delito o no, van a por Zarzuela los mismos a los que el FBI tiene bajo la lupa por sus relaciones entrañables con regímenes narco comunistas como Venezuela. El plan mundialista del millonario Soros sigue su curso de manera impecable ante el tancredismo de unos y la postura aprovechategui de otras. Dos cosas: defender a la monarquía en España es de sentido común viendo como nos fue cuando quisimos – quisieron – hacer experimentos con gaseosa; segunda, como me dijo en cierta ocasión Senillosa no hace falta ser monárquico, con ser juancarlista basta. Ahora seguramente diría que hay que ser felipista. Si se cargan al Rey, acaban por cargarse el sistema. Por cierto, ¿recuerdan cuando Sánchez dijo en una entrevista aquello de: “¿Y la Fiscalía de quién depende?”. Ahí está el detalle.