LUIS VENTOSO, ABC – 24/06/15
· Los últimos vídeos atroces de EI nos recuerdan que ya están a una hora de avión de Italia.
Ni Hitler ni Stalin, los asesinos en serie más contumaces del dantesco siglo XX, llegaron al extremo de filmar y fotografiar sus crímenes más atroces para divulgar las imágenes como banderín de enganche. Pero eso está ocurriendo hoy y ahí al lado, en Libia, a una hora en avión de Italia. Estado Islámico ha convertido sus matanzas en un gran plató de cine, con delectación teatral en una violencia inenarrable. Asesinan con crueldad coreográfica y distribuyen esas «suff movies» a través de las redes en internet de las multinacionales californianas, cuya inhibición es lamentable.
YouTube ha retirado el vídeo en el que los terroristas suníes ahogan a cinco personas encerradas en una jaula, producción en la que llegaron a emplear cámaras submarinas para recrearse en la agonía. Pero la pregunta es cómo pudo subirse esa grabación ni siquiera un segundo a la plataforma de una empresa estadounidense. Vivimos en un mundo donde un periódico de pueblo con tres mil ejemplares se arriesga –como debe ser– a sentir el peso de la ley si daña el honor ajeno, pero donde Twitter, con 300 millones de usuarios, puede dar cancha a todas formas de violencia verbal sin responder ante la ley, parapetada en el mutismo doloso de sus cuarteles amurallados de San Francisco.
Los chicos de EI se divierten, entre ellos unos seiscientos jóvenes musulmanes británicos, novecientos franceses, alemanes, algunos españoles… En la última remesa muestran a un grupo de rehenes de rodillas, con el mono naranja habitual, unidos por una cinta de explosivos en el cuello que hacen volar. A otros los suben a un coche y lo revientan con una granada. Late en esos montajes la espeluznante subcultura del videojuego. Un método de proselitismo de un frío sin entrañas, que engancha a muchos jóvenes alienados de las barriadas musulmanas de Occidente, adocenados por los predicadores del odio, por asociaciones islámicas wahabistas, por el rigorismo y los rencores que se respiran en muchos hogares.
Cada golpe de EI supone enrolar a algún nuevo miliciano en París o Londres. Pero Europa carece de nervio político y capacidad de sufrimiento para asumir una intervención militar (la UE, la mayor potencia económica del mundo, no ha sido capaz ni de frenar en plazo la tomadura de pelo griega). Europa sigue pensando que si arde Libia los bomberos americanos se quemarán por nosotros. Pero estamos solos. El pusilánime Obama combate a la mayor organización terrorista del mundo, dueña ya de un estado mucho mayor que Israel, con pasadas de drones en horario de oficina. Su retirada atolondrada de Irak dejó el campo abierto al califato, que emplea a profesionales del engranaje de Sadam. Obama y Kerry son unos chisgarabís en política internacional desde su recital de incompetencia en Siria.
De enero de 2014 a hoy se ha creado en tiempo récord un nuevo país, el primer estado abiertamente terrorista, que además tiene vocación expansiva. Se dice que se financia con el petróleo que vende bajo cuerda a Occidente y con la industria del secuestro. Pero no se puede montar una estructura así solo con esos mimbres. ¿Se va animar alguna vez Estados Unidos a mirar qué papel juega ahí el dinero de las satrapías petroleras, que también son suníes?
¿Y qué hacemos si el califato cala en Argelia, Túnez… Marruecos? «Por favor, qué ridiculez», clamará presto nuestro buenismo (antes de volverse patriota en el Circo Price, nuestro admirable Sánchez proponía cepillarse el Ministerio de Defensa). Pero ya están en Libia y nosotros seguimos a lo nuestro, temblando ante unos pícaros comunistas griegos que se resisten a algo tan básico como cobrar sus impuestos.
LUIS VENTOSO, ABC – 24/06/15