Félix Madero-Vozpópuli
Como casi siempre en política, y muy especialmente en la política española, no hace falta ganar, basta con esperar a que el adversario se equivoque
Es fácil imaginar estos días a Pedro Sánchez en el momento en que le están pasando el resumen diario de prensa. Es relativamente fácil verlo esbozar una sonrisa primero, un gesto de complacencia después para terminar abriendo la caja de habanos y encender un cigarro, un Hoyo de Monterrey que tan bien arden estos días de calor. No ha tenido que trabajárselo mucho, la verdad. Como casi siempre en política, y muy especialmente en la política española, no hace falta ganar, basta con esperar a que el adversario se equivoque. Por eso entre nosotros es muy frecuente el político de un sólo mérito: el que sabe esperar, que no es lo mismo que el que sabe aguantar. Sánchez espera. Casado e Iglesias aguantan.
El juego de Sánchez con los Pablos
Hoy Sánchez debe estar disfrutando leyendo los periódicos. Incluso aquellos que no le pasan una han de reconocer que, en el desolador panorama político español en el que todo es evanescencia y ocurrencias cortoplacistas, él -y sí, ya sé que me arriesgo mucho-, es lo único sólido. Quién lo diría, ¿verdad? Sostiene a Pablo Iglesias y perdona la vida a Pablo Casado. Al primero lo ata en corto porque sabe que a estas alturas lo único que le queda es seguir dentro del Gobierno. Unidas Podemos ya no es un partido político, es una broma, una fantasía en la que reinó la ensoñación de los círculos ante la mirada bovina de los inscritos y las inscritas. Un negocio ordinario en manos de una pareja que, además, son ministros y con unos líos de cierta enjundia, que ya veremos cómo terminan.
Que Podemos acabe pareciéndose al PP es una broma, y una firme promesa cargada de futuro para Pedro Sánchez y el tiempo que vaya a durar como presidente. Pablo Manuel Iglesias puede que sea en este momento el político con menos libertad de movimientos. Haga lo que haga depende de Sánchez. Y fuera del Ejecutivo simplemente no hay nada que hacer para él. Y para ella.
Álvarez de Toledo y las miserias del PP
En esto Sánchez tanto ayuda un Pablo como el otro. El cese de Cayetana Álvarez de Toledo, en pleno agosto y de manera tan abrupta, explica con firmeza la talla de un político al frente de un partido sin articulación y carente de mensaje. ¿Qué quiere ser el PP? ¿A qué aspira? ¿Cómo creen en Génova que van a llegar al Gobierno? ¿Y cuándo? ¿Y con qué apoyos? Y lo más importante, ¿con qué votos y con qué tipo de votantes? Hemos de imaginar -creerlo es otra cosa-, que estas preguntas se las hace alguien en el PP. Ahora Génova, en su último bandazo, busca la sombra de Ana Pastor, una política moderada y rigurosa que a estas alturas es lo único que no se ha movido desde que llegó Casado. Es lo que era. Y lo que era es lo que, al parecer, Casado quiere ser ahora. ¿O es un capricho ideológico? De repente, como en la película de Casablanca cuando el corrupto capitán Louis Renault descubre que en el café de Rick se juega, Casado ha descubierto estos días que Cayetana Álvarez de Toledo iba por libre. Resulta que se entera de que era portavoz de sí misma más que del Grupo, de que no contaba ni adelantaba sus intervenciones, que no sabía lo que era PP -¿qué es, qué es?-, y, aún peor, que no tenía ningún interés en saberlo. Gana García Egea pero no el PP.
El día que llamó a Pablo Iglesias hijo de terrorista, Casado la sentenció. No porque fuera verdad o mentira, simplemente, porque él no sabía que eso iba a suceder. Y ahí se acabó. Luego vino la entrevista en El País, pero ya estaba sentenciada. El error es no haber querido ver que la señora pertenece a ese tipo de gente que no cabe en un partido porque ella misma lleva uno dentro. Su problema, entre otros, es que no sabe militar. Lo es también la nula consideración que sigue teniendo de quienes estaban por encima de ella: gente sin ilustrar, sin lecturas; diletantes de la política, dimisionarios de la reflexión y el pensamiento.
No sabe militar porque no sabe obedecer, y esto es lo primero que se aprende cuando uno está dentro de un partido y además es la voz de decenas de diputados que no podían tragar. Dicen que en el órdago gana Teodoro García Egea, y yo no lo sé. Pero con el de Murcia al frente y sin Cayetana en la portavocía las preguntas siguen siendo retóricas pero necesarias: ¿qué quiere ser el PP y cómo piensa llegar a La Moncloa? -¿Sabe alguien cómo se llama ahora el secretario de organización del PP? Una pregunta así hizo ante un grupo de amigos Mariano Rajoy para explicar cómo está el PP. Nadie ahí sabía como se llamaba el cargo por el que Rajoy preguntaba. Pero todos saben quién era y quien es Cayetana Álvarez de Toledo.
Moción de censura de Vox
Ahora el Gobierno espera que el PP sea un partido dialogante y pactista fuera de la órbita ideológica de Vox. No, no acierta Sánchez, se equivoca mucho Casado. El último bandazo, digamos que ideológico, pilla a Casado a unos días de la moción de censura de Vox y de que el bloque de la derecha vuelva a parecerse a algo verdaderamente inútil para sacar un día -uno, el que sea-, al que está en La Moncloa. Ya decía que arriesgaba mucho escribiendo que lo único sólido dentro del caos se llama Pedro Sánchez, pero eso es lo que creo. Lo demás es pura contingencia. Y por cierto, esto de Álvarez de Toledo, ¿le saldrá gratis para el que la nombró? Porque si es así es razonable concluir que el error es lo mismo que el acierto. Que da igual. ¿Qué quiere ser el PP tras este nuevo bandazo? ¿Y qué Pablo Casado? Silencio. Sánchez acaba de abrir la caja de habanos Hoyo de Monterrey. Quedan muchos puros por fumar. Puede que Casado lo sepa. Y si no lo sabe, al menos que se lo huela.