¿Y qué hacemos?

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

El lehendakari asegura que estamos en plena economía de guerra. Bienvenido al club de los cenizos, en el que entra con categoría de cinturón negro. Y, ¿qué va a pasar ahora? Ya le he dicho antes que esa no es la pregunta oportuna, porque nadie sabe lo que va a pasar. La situación cambia por horas y la mayoría de las variables que inciden en ella se encuentran demasiado lejos de nuestra capacidad de acción. Como nos suele suceder a quienes nunca nos preparamos para lo malo, cuando llega lo peor nos encuentra inermes. Hemos desdeñado las carencias de energía primaria; hemos sido perezosos a la hora de diversificar fuentes de suministro y orígenes del mismo; hemos agotado (¿?) la capacidad de respuesta presupuestaria, agrandando los déficits y la deuda de manera desaprensiva; y hemos sucumbido sin la debida reflexión a nuestras tremendas contradicciones.

¿A cuáles? Pues, entre otras, a esa que nos lleva a negarnos a explorar el gas que, según aseguran los expertos, tenemos en nuestro subsuelo, pero no ponemos inconveniente a pagárselo a precio de oro al sátrapa invasor. O esa otra que nos lleva a cerrar centrales nucleares en nuestro territorio, mientras compramos electricidad de origen nuclear a Francia. O, quizás la mejor, esa que ha impuesto unos derechos de emisión que asfixian a nuestras industrias, mientras nos atiborramos a comprar productos chinos fabricados sin ese coste. Mientras China aprueba miles de millones de inversión en minas de carbón para alimentar a sus futuras centrales que lo queman, nosotros creemos que la atmósfera se parcela igual que las fronteras terrestres y que por eso basta con que nosotros seamos respetuosos con el medio ambiente, aunque nuestros proveedores no lo sean.

La verdad es que no tengo ni idea de lo que se puede hacer para revertir la situación a corto plazo, salvo desvincular el gas del precio de la electricidad, si es que se puede. Pero, a medio plazo, está claro que si queremos estabilizar la economía, salir de esta de guerra y evitar su reproducción futura debemos posponer los objetivos de descarbonización para reducir el coste de los derechos de emisión; revisar la política de exploración de gas y aumentar las interconexiones; acelerar la expansión de las energías renovables; resucitar los planes de eficiencia energética en la industria y en los hogares y, ¡allá voy!, estudiar a fondo las centrales nucleares de nueva generación que eliminan muchos de los problemas planteados por las antiguas.

Me imagino que el lehendakari no tiene tiempo, ni probablemente ganas, de leerme. Si lo hiciera le aconsejaría sinceramente que se olvide de estas ideas. A la gente no le gustan. Prefiere que se subvencione el uso en la industria y el consumo en los hogares de la energías que no tenemos; ni, al parecer, queremos.