José Manuel Gil Vegas-EL CORREO

Parlamentario vasco por Ciudadanos

  • Por supuesto que se trata de una lengua que hay que proteger, pero proteger es casi lo contrario que imponer

Yo no quiero hablar euskera. ¿Les parece a ustedes que tengo derecho? No les pregunto si les parece bien o mal porque ya sé que en esta Euskadi grande y libre que el nacionalismo ha ido construyendo a golpe de talonario a una gran mayoría de la sociedad le parece mal. Pero tampoco les pregunto lo que les parece mi forma de vestir o mi estilo de vida. Lo que pregunto es si consideran ustedes que tengo derecho o no a hablar en Euskadi solo en castellano, la única lengua de todos los vascos.

Y lo pregunto porque, a lo largo de más de cuarenta años de gobiernos nacionalistas, se ha ido extendiendo la creencia interesada de que «hay que hablar euskera». Y que cualquiera que no lo hable es un colono españolista al que soportamos porque no queda más remedio.

En una comisión de Educación del Parlamento vasco celebrada hace unas cuantas semanas, un insigne representante del abertzalismo radical le formuló al Ararteko la siguiente pregunta impagable: ¿cree usted, señor Ararteko, que existe el derecho a no ser euskaldunizado? Así, literalmente, tal como lo oyen. Por supuesto, el Ararteko, con más sensatez que el preguntador, no respondió a la pregunta. Fíjense que no se preguntó si existe el derecho a no hablar euskera, que por supuesto hubiese sido respondida con el mismo criterio sobre cualquier otro idioma: claro que tiene derecho. Incluso un alumno que tenga inglés como asignatura puede negarse a hablarlo, aunque suspenda la asignatura. Pero lo que se preguntó no fue por el derecho a no aprender o a hablar un idioma, sino por el derecho a no ser euskaldunizado. Es decir, por el derecho a no ser imbuido de una cultura, de unas creencias, de un sistema de pensamiento, de un estilo de vida… euskaldun.

No es lo mismo hablar una lengua con cariño y por gusto que por obligación

Porque de eso se trata, de utilizar la lengua para imponer una ideología. Y son muy conscientes de que, en este proceso totalitario, la educación tiene un papel fundamental. La verdad es que nunca lo han ocultado: en el Parlamento vasco han dicho con frecuencia frases como «sin educación no hay euskera», «el euskera es lo que nos hace vascos» y lindezas por el estilo que implican un sistema de creencias que establece una relación causal entre la lengua y el voto. Están convencidos de que, si obligan a los niños en la escuela a hablar euskera hasta en el patio, cueste lo que cueste, incluso los más básicos resultados académicos, de mayores serán nacionalistas de pro que por supuesto votarán a los partidos nacionalistas. Y lo malo es que el perverso sistema funciona. Y por eso tenemos hoy la Euskadi que tenemos.

Y por supuesto que el euskera es una lengua que hay que proteger, pero proteger es casi lo contrario de imponer. Y no es lo mismo hablar una lengua con cariño y por gusto que con la bota en el cuello y por obligación. Pero esto de imponer lo llevan en los genes y encima les ha funcionado. Por eso en esta Euskadi en la que los pájaros cantan mejor y más alto que en Miranda de Ebro los niños no tienen posibilidad real de estudiar en su lengua materna. Por eso, en esta Euskadi de verdes huertas en las que crecen los mejores tomates del mundo no tenemos médicos suficientes porque los candidatos, sea cual sea su cualificación profesional y académica, hablan poco euskera. Por eso, en esta Euskadi de leyes viejas y antiguas tradiciones no podrás encontrar trabajo en la administración pública si no hablas suficiente euskera.

No nos engañan: quieren utilizar el euskera para imponer una ideología

Y claro que hay que proteger el euskera, entre otras cosas porque implica una riqueza cultural incuestionable, pero con este mismo argumento deberíamos proteger igualmente cada uno de los dialectos que se habla en cada comarca y esto no se está haciendo.

Pero no nos engañan. No quieren proteger el euskera, sino utilizarlo para imponer una ideología. Porque si quisieran de verdad protegerlo no lo impondrían. Todos sabemos que imponer un idioma es la mejor forma de asesinarlo a largo plazo.