Poema antinacionalista
Yo sólo soy un hombre, poca cosa,
un ser que sufre o goza según sea
el sentido en que le lleva la marea
que es vivir.
Soy cual hoja que el viento zarandea,
como charca de lluvia en un camino,
y tengo, igual que ellos, por destino
secarme un día aciago y sucumbir.
Quizás haya lamentos cuando muera,
en algunos tal vez alegre mueca,
pero nadie dirá que hiló mi rueca
con hebras de desprecio y con mal fin.
Heredé de mis padres casa abierta
a todo el que quisiera compartirla
sin afán excluyente y sin mentiras;
no he de cerrarla yo, ponerle puertas,
y negarle mi ayuda a quien la pida.
No me enseñaron de razas escogidas,
ni de odios sin causa, ni de iras
a pesar de la historia mantenidas,
y sí a aceptar la mano a mí tendida
y mirar a los ojos de los otros
sin importarme el color de sus pupilas.
Cuidaré la herencia recibida
como a un templo que guarda los principios
que un día me fueron transmitidos.
No quiero que se agrieten sus cimientos
por querencias innobles, por rencores,
por razones que disfrazan sentimientos, …
por miserias tan propias de los hombres.
Yo sólo soy un hombre, poca cosa,
consciente de lo breve que es la vida,
que entre risas y llantos va gastando
las horas que le han sido concedidas.
Yo sólo soy un hombre, y, sin embargo,
quiero dejar las huellas de mis pasos
en el duro camino que han trazado
aquellos que murieron siendo honrados.
RHO
Recibido, 23/8/2003