Ignacio Marco-Gardoqui.El Correo
En campaña electoral, la vicepresidenta Díaz elude el severo marcaje realizado por su compañera Calviño a lo largo de la legislatura. El miércoles se soltó el pelo con su propuesta fiscal. Piensa subir todos los impuestos: hacer más progresivo el IRPF, aumentar el de Sociedades, subir el de Patrimonio, etc. En resumen, todos menos el IVA, claro está. La razón es evidente: ese lo pagan sus votantes y no se puede discriminar por renta como sucede con el IRPF. ¿Necesita España una subida de impuestos? Pues esa pregunta tiene una enorme carga ideológica, así que la respuesta vendrá condicionada por la posición relativa de cada uno. Dando por supuesto que es imperativo reducir el déficit y la deuda, como reconoce hasta el propio Gobierno en su reciente compromiso con la estabilidad enviado a Bruselas, la cuestión que deberíamos debatir es si tenemos déficit porque pagamos pocos impuestos o porque gastamos mucho, lo cual nos conduce a una nueva respuesta ideológica.
La conclusión es crucial y no digamos nada si triunfa en el Eurogrupo la propuesta del ministro alemán de Finanzas que pretende obligar a los los Estados miembros, con niveles de endeudamiento muy elevados como es nuestro caso, a reducir de manera obligatoria y anual un 1% de la ratio de deuda con respecto al PIB.
El próximo Gobierno tiene aquí su problema principal. Establecer un ‘escudo social’ protector es algo muy sencillo. No es cuestión de conciencia social, sino de carecer de respeto por las deudas comprometidas. Pero, pagarlo, es algo muy complicado que nos puede conducir a situaciones difíciles como la que vivió el propio Rodríguez Zapatero y que, muy previsiblemente, obviará Pedro Sánchez, a poca mala suerte que tenga Feijóo y gane las elecciones. Y, si pagar el escudo autoconcedido es difícil económicamente, no le cuento lo que sería en términos políticos recortarlo para acomodarlo a las posibilidades reales.
Ya sabe que aquí confundimos deseos con derechos y nadie se preocupa ni de su costo ni de su pago. Pero la realidad es aún peor. La mitad del incremento actual de la recaudación, que ha moderado el aumento de la deuda, se debe a la inflación y a la subida de salarios y ambos son acontecimientos de difícil repetición en la próxima legislatura. Por eso la señora Díaz se lanza con alegría a subir todos los impuestos. Tiene pocas posibilidades de gobernar y si lo hace volverá a toparse con la cruda realidad. ¿Cuál? Nada, el pequeño detalle de que, para repartir la riqueza, hay que superar antes el fastidio de crearla.