José Ramón Pin Arboledas-El Español

Yolanda Díaz, además de ser vicepresidenta y ministra de Trabajo, actúa como secretaria general del sindicalismo unificado (UGT+CCOO), brazo obrero del Gobierno. ¿Se imaginan la calle en las circunstancias actuales con un Gobierno del PP? ¿Los sindicatos hubieran estado tan pacíficos?

Pero no es la primera vez que en el Gobierno de España ocurre esto. En el franquismo había un ministro, que ocupo funciones similares: José Solís Ruiz. Delegado nacional del Sindicato Vertical -pieza básica del régimen- y luego ministro secretario general del Movimiento. Le llamaban la sonrisa del régimen. Manejaba el partido único y mandaba, bajo cuerda, sobre el sindicato, también único, modulándolo a favor del régimen.

Esta última función es la que ahora parece querer ocupar Yolanda Díaz. No es la sonrisa de la coalición. Los actuales ministros sonríen poco, probablemente porque hay pocas ocasiones para hacerlo. Pero Yolanda tiene un cierto glamur que disimula su radical postura ideológica. Tira la piedra y esconde la mano.

En teoría, Yolanda Díaz no manda en los sindicatos (cómo tampoco Solís cuando fue ministro del Movimiento). Unos sindicatos (UGT y CCOO) que se están convirtiendo en pilares del régimen sanchista que los nutre con los Presupuestos Generales pagados por los impuestos (como pasaba con el Sindicato Vertical). Pero Yolanda los achucha para que se manifiesten, con el poder que da aquello de «quien paga manda».

UGT y CCOO se están convirtiendo en pilares del régimen sanchista, que los nutre con los Presupuestos Generales pagados por los impuestos.

A la CEOE le pasa con Yolanda Díaz lo que a un embajador británico con el ministro del Interior franquista.

Cuentan que en un momento en el que el Régimen necesitaba mantener la tensión patriótica, por penurias económicas, sociales o de imagen internacional, montó una manifestación ante la embajada de Reino Unido. El lema fue Gibraltar español. Militantes falangistas y adeptos al régimen de todo tipo acudieron enfervorizados a la «defensa de la patria».

Los manifestantes alborotaban demasiado, incluso para los gobernantes que no querían que se les fuese la calle de la mano. Entonces, el ministro llamó al embajador y, para tranquilizarle, le dijo: «¿Quiere que le envíe más policías para protección?». Con ironía inglesa el embajador contestó: «Bastaría con que enviase menos manifestantes».

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Cuando Yolanda anima a los sindicatos a manifestarse ente la CEOE, usa el mismo mecanismo franquista. Para desviar la atención sobre los problemas reales trata de animar la calle buscando un enemigo. Ahora el enemigo son los «poderes mediáticos-financieros», en este caso, personificados en la CEOE.

Cuando Yolanda anima a los sindicatos a manifestarse ente la CEOE, usa el mismo mecanismo franquista

Garamendi, el presidente de los empresarios, sabe que la vicepresidenta quiere subir el SMI como sea. Quiere cumplir con la promesa de que al final de la legislatura se sitúe en el 60% del salario medio. La CEOE sabe que la subida del SMI se hará con o sin su consentimiento. Sentarse a la mesa es dar coartada a la decisión del Gobierno.

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Una subida que puede ser imprudente en estos momentos. Primero porque es un elemento inflacionario más. Segundo porque en un periodo en el que el paro está alto (13/14% y subiendo) no es conveniente.

Dos millones de empleados se verían afectados. Son los que menos defensas tienen ante la inflación. En ese sentido sería bueno socialmente. Pero algunos quedarán en paro porque los empresarios no podrán contratarlos, al no ser rentables. De manera que no se sabe bien si el balance social final sería positivo o negativo.

Es verdad que la inflación se está comiendo la capacidad de compra de esos salarios. Sin embargo, no hay que olvidar que en 2018, el SMI era de 735 euros al mes brutos. Ahora es de 1.000 euros. Una subida del 40% o más. Tan importante como el valor absoluto del SMI, es la velocidad de su crecimiento.

Algunos organismos hacen cálculo sobre los cientos de miles de empleos que se pierden por esa velocidad de subida. Las empresas no tienen tiempo para adaptarse y cierran.

Ya lo dijo San Ignacio: «En tiempos de tribulación no hacer mudanzas.» A lo que se puede añadir: «… ni manifestaciones». Es hora de prudencia y serenidad.

Pero Yolanda Díaz necesita aparecer en los medios para construir su oferta electoral (SUMAR). Por eso anima el cotarro.

*** J. R. Pin es profesor del IESE.