- Si la preocupación real de Yolanda fuera ayudar a los que tienen dificultades para pagar el coste de su alimentación, bastaría con que proporcionara ayuda financiera a Cáritas
Desde hace ya un tiempo, Yolanda Díaz destina sus esfuerzos casi exclusivamente a las tareas propias de su precampaña electoral. Sus actitudes, sus gestos y sus declaraciones tienen como objetivo prioritario, quizás único, la proyección de su imagen y como excusa cualquier asunto que ella y sus asesores de imagen consideran que puede contribuir a aumentar la popularidad de la futura candidata. Además, en esta estrategia a Yolanda no le importa ensanchar las discrepancias internas del Gobierno del que forma parte, incluso llega a parecer que hasta lo busca. A fin de cuentas, sus actuales socios en el Consejo de Ministros van a ser sus rivales en las próximas elecciones generales.
El penúltimo peldaño de la propaganda de Yolanda consistió en apoyar la pretensión sindical de subir el SMI hasta 1.100 €, para que su subida -10%- se sitúe en el entorno de la inflación existente. Semejante propuesta es un torpedo en la línea de flotación del necesario pacto de rentas por el que el Gobierno dice apostar, pero a ella no le importa. Defendiendo el disparate que defiende cultiva su imagen entre las huestes sindicales. Propaganda.
La propuesta supone una interferencia en el funcionamiento del mercado, un evidente incentivo al estraperlo, y un posible origen de inevitables pérdidas en el sector de la distribución
Pero el que se lleva el gato al gua es el último, de momento, peldaño ascendido en su carrera propagandística. Ni corta ni perezosa, Yolanda lanzó su nueva idea: Había que topar, ¡sí, topar!, el precio de los alimentos básicos, es decir establecer gubernamentalmente unos límites máximos para los precios de los productos topados. La dimensión de la barbaridad es considerable. Junto a su más que posible ilegalidad -así lo ha declarado hasta el ministro Luis Planas– y evidente complejidad, la propuesta supone una interferencia en el funcionamiento del mercado, un evidente incentivo al estraperlo, y un posible origen de inevitables pérdidas en el sector de la distribución y hasta en el de producción. Otros miembros del Gobierno como Margarita Robles o Nadia Calviño también han criticado la idea parida por Yolanda.
Como tonta no es, al escuchar las contundentes y justificadas críticas que ha merecido su ocurrencia, Yolanda viró rápidamente anunciando que solo pretendía sugerir que moderaran sus precios de venta a las grandes superficies ¡Qué guay! Sobre ser incierto que esa fuera su propuesta inicial, su nueva versión supone excluir de las supuestas bondades de su disparatada idea a todos los españoles que no viven en el entorno de los hipermercados y entre ellos a una buena parte de los que habitan en la llamada España vaciada ¡Bien pensado Yolanda!
En estas, una multinacional francesa ha descubierto que puede aprovechar la obsesión de Yolanda por su propaganda preelectoral para realizar una auténtica campaña de propaganda comercial propia y además gratis. Y, ni corta ni perezosa ha lanzado la idea de ofrecer una cesta de la compra con 30 productos básicos de ¿calidad? al precio de 30 euros. Inmediatamente, Yolanda ha vuelto a virar y se ha apuntado al carro, nunca mejor dicho, haciendo ver que esa era en realidad su propuesta. Basta con utilizar la hemeroteca reciente para constatar que no es así. En cualquier caso, da igual cual sea el final de la película, la oportunista multinacional está consiguiendo la campaña publicitaria más barata que imaginarse pueda. En definitiva, Yolanda se ha convertido en la mayor propagandista de una gran empresa.
Nuestra ministra de Trabajo debería saber que existe una organización no gubernamental que desarrolla una encomiable labor proporcionando gratis los productos alimentarios básicos a aquellos que no pueden pagarlos. Si la preocupación real de Yolanda fuera ayudar a los que tienen dificultades para pagar el coste de su alimentación, bastaría con que proporcionara ayuda financiera a Cáritas para que ésta pudiera expandir la dimensión de su acción humanitaria. Esa acción no sería ilegal, no provocaría disfuncionalidades en el mercado, no discriminaría entre los españoles urbanitas y no urbanitas y no proporcionaría una propaganda sin coste a la oportunista multifuncional francesa. Yolanda, estás a tiempo de rectificar. Que tus asesores estudien la idea. A fin de cuentas, solo sería un viraje más en tu estrategia.