En textos de Batasuna del pasado año se afirma que «el punto de encuentro de independentistas no será algo que reemplace ni a la unidad popular ni a la izquierda abertzale». Sus intereses partidistas no van a subordinarse a otras operaciones coyunturales. Quienes avalan éstas deberían darse por avisados.
Durante estos meses pasados, Batasuna necesitaba el apoyo de otras fuerzas políticas para poder un día tutear a ETA o, al menos, para atreverse a pedirle una tregua que le diera un cierto margen para reclamar con alguna perspectiva de éxito su vuelta a la legalidad. Necesitaba estar arropado por otros grupos independentistas para justificar su apelación a la banda. Por ese motivo buscó primero el pacto de junio con Eusko Alkartasuna. Después, desesperadamente, cortejó a Aralar para que se sumara al concierto y de ahí nació, en septiembre, la declaración de Gernika.
ETA y Batasuna, desde principios del pasado año, habían dibujado como proyecto estratégico la constitución de una alianza independentista que, por un lado, pudiera llegar a convertirse en una alternativa al PNV como referente principal del nacionalismo y, por otro, pudiera constituirse en el futuro interlocutor del Estado si volvía a darse un proceso negociador. Los acuerdos con EA y con Aralar eran pasos importantes en la constitución de ese bloque soberanista que, al mismo tiempo, le servían a Batasuna para decir a la banda que estaba consiguiendo los objetivos que habían establecido de forma conjunta.
Sin embargo, el entorno político de ETA no ha podido aguantar mucho tiempo sin poner trabas a su propio proyecto estratégico con una operación marcadamente partidista. La forma elegida ha sido el torpedo lanzado contra Nafarroa Bai mediante una propuesta de alianza electoral dirigida a Aralar y EA, que ha encontrado el rechazo frontal del primero y la respuesta no se sabe si ambigua o confusa del segundo.
Aralar ha evidenciado los desacuerdos con sus socios dejando de asistir a dos actos de la declaración de Gernika celebrados este fin de semana en Vitoria y Pamplona y ahora debe estar preguntándose si acertó cuando firmó el documento que le convierte en avalista de Batasuna para que este partido obtuviera crédito democrático. El partido de Patxi Zabaleta acudió en socorro de la formación ilegalizada y ahora tiene que defenderse de sus zancadillas y golpes bajos.
La actitud de Batasuna queda, probablemente, explicada por sus propios documentos. En los textos elaborados para el debate iniciado a finales del pasado año se afirma que «el punto de encuentro de independentistas no será algo que reemplace ni a la unidad popular ni a la izquierda abertzale». Es decir, que sus intereses partidistas particulares no van a quedar subordinados a las otras operaciones políticas que puedan promover en un momento dado. Quienes avalan esas operaciones deberían darse por avisados.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 23/11/2010