Zancos

ABC  02/06/16
IGNACIO CAMACHO

Una de las virtudes que mejor ha sabido desarrollar Albert Rivera es la de aparentar más relevancia política de la que tiene. La demostró durante su etapa catalana erigiéndose en líder de facto de la oposición con apenas un puñadito de diputados, y la ha perfeccionado en los últimos meses al exprimir el protagonismo de su partido en el baile de las alianzas, sacando máximo rendimiento de un reducido capital de escaños. La semana pasada supo agrandar la importancia de su viaje a Venezuela con un hábil manejo del impacto mediático. Todo eso lo logra sin sobreactuaciones al estilo de Pablo Iglesias, desde un conocimiento estratégico que le permite ensanchar su influencia a base de consolidar una imagen de responsabilidad muy superior a su peso específico real. Con esa capacidad de autoamplificación puede ser un severo dolor de cabeza a la hora de abordar nuevos pactos de Gobierno. No parece la clase de tipo que se deja engatusar con baratijas programáticas y ministerios de comparsa.

Sin embargo, a pesar de ese contrastado esfuerzo, el comportamiento electoral de Ciudadanos se ha vuelto una incógnita demoscópica. Las encuestas, que en diciembre lo proyectaron con excesivo ímpetu, le pronostican ahora un cierto estancamiento. Parece seguro que una porción de sus votantes maduros piensan volver al PP del que se alejaron, y no está claro que pueda compensar esa pérdida con electores procedentes de la socialdemocracia. La posición templada típica de un partido tercerista lo damnifica en unas elecciones manifiestamente bipolares, dominadas por la llamada al voto útil y el enfrentamiento de bloques. A diferencia de lo que le ocurre a Podemos con el PSOE, su distancia con los populares es demasiado grande para dibujarlo como una alternativa y además la derecha tiene un suelo sociológico muy sólido. Abrirse hueco por el centro, a base de matices y claroscuros, es la tarea más difícil cuando el debate vira al esquematismo dual del blanco y negro. La paradoja que debe afrontar el riverismo consiste en que su buen desempeño durante la legislatura fallida, cuando sujetó a Sánchez evitando que se echara en brazos de la radicalidad, le puede acabar pasando factura entre el electorado que lo asocia a un perfil de centro-derecha en el que sus dirigentes no se sienten cómodos.

Ese vídeo de precampaña que ridiculiza a Pablo Iglesias y desprecia a Rajoy –ignorando simplemente a los socialistas– parece un avance del argumentario electoral de C´s en busca del voto de reformismo moderado. Pero la opinión pública lo percibe como una bisagra y será complicado que escape a esa condición preasignada de apéndice minoritario. Está en riesgo de emparedamiento. Va a ser interesante comprobar si Rivera encuentra esta vez el modo de volverse competitivo; si logra sobrevivir a la simplificación de la polaridad alzándose de nuevo sobre los zancos de su probado talento.