- Sin que se le escape la risa, afirma además que vivimos en el mejor momento de la historia de España
Una de las muchas curiosidades de España es que durante casi ocho años, desde la primavera de 2004 hasta finales de 2011, estuvimos gobernados por un personaje como Rodríguez Zapatero, que llegó al poder gracias a que el PSOE -Rubalcaba, para más señas- manipuló con éxito el inmenso dolor de un atentado con 193 muertos y dos mil heridos. Haciendo bueno el dicho de Bismarck de que España puede con todo, aparentemente hemos sobrevivido a Zapatero. Sin embargo, con él anidó en las cuadernas de la vieja nación la carcoma que hoy la desestabiliza: el retorno al guerracivilismo, la sumisión a los tirones del separatismo, la imprudencia contable más atolondrada, la ingeniería social y los cordones sanitarios contra los que no comparten un «progresismo» que se pretende obligatorio.
Cuando aparece en los saraos del PSOE sanchista, Zapatero, que hoy peina 63 años, me recuerda a Tom Hanks en «Big», aquella comedieta ochentera en la que un adolescente habitaba en el corpachón de un adulto. ¿Es realmente así o se lo hace?, me suelo preguntar cuando con su voz grave y su penetrante mirada glauca suelta todo tipo de insensateces. ¿Qué lleva a un adulto que ha gobernado España durante dos legislaturas a desplegar semejante catálogo de disparates de izquierda radical? La respuesta es evidente: lo ciega una enfermiza intransigencia ideológica. Ve el mundo como una pugna maniquea entre bloques, donde no se admite la gama de grises.
Zapatero ha viajado a La Coruña como telonero en una convención de pensamiento del PSOE (valga el oxímoron), donde van a envolver en papel de colorines y farfolla teórica su liquidación del Estado en el altar e los separatistas. Allí ha justificado la amnistía, que suprime la igualdad entre españoles, alegando que él cree en «la democracia de la generosidad». Si lo pensamos solo medio minuto, concluiremos que ese concepto resulta un tanto tontolaba: las normas constitucionales de un país no pueden variar al albur de pulsiones sentimentaloides (que además son falsas, pues la «democracia de la generosidad» solo consiste en tragar con lo que haga falta con tal de que se mantenga en el poder el súper ego que ha perdido las elecciones).
Tras inventar «la democracia de la generosidad», el Jefferson leonés se vino arriba y proclamó que estamos viviendo «el mejor momento de la historia de España», porque «no hay terrorismo, hay un Gobierno sin corrupción, niveles de empleo récord y las empresas tienen beneficios más elevados que nunca». Hay que concederle el mérito de que todo esto lo soltó sin que se le escapase la risa.
Por desgracia, la amenaza del terrorismo continúa con nosotros. Esta misma semana se ha desarticulado una red yihadista que aspiraba a atentar y a un ilustre político le han pegado un tiro en la cara en pleno Barrio de Salamanca (aunque ya sabemos que eso es un chascarrillo comparado con el beso de Rubiales, porque la víctima era de derechas, y entonces da un poco igual). El Gobierno sin corrupción tiene un presidente que practica el nepotismo como nunca antes. Amén de la corrupción política que supone dar por buena la mentira y poner a las instituciones del Estado al servicio del partido. Los niveles de empleo récord se traducen en que somos líderes de paro y desempleo juvenil en la UE, y eso habiendo trucado las cifras con la alegre manipulación semántica de Díaz. Lo de los beneficios récord se lo puede ir a contar a los autónomos y pymes, que soportan cargas que los agobian como nunca antes, y a las grandes empresas perseguidas por una fiscalidad confiscatoria.
Si fuésemos el país que deberíamos ser, el amable Zapatero habría sido expulsado hace tiempo del espacio público civilizado por su tenaz y nunca bien explicado respaldo a la dictadura de Maduro, que entre otros horrores ha conducido al exilio a siete millones de venezolanos.
Admirable José Luis, tú que eres tan afable, permítenos una pequeña curiosidad: ¿Por qué apoyas con semejante entusiasmo a una narcodictadura? ¿Forma parte de la «democracia de la generosidad», o acaso es Maduro el generoso y traicionar la verdad moral para defender a una satrapía comunista sale rentable a fin de mes? Algún día lo sabremos. No lo dudes.