Juan Carlos Girauta-ABC
- No se valora en su justa medida el giro que un solo hombre, al frente de un pueblo indómito, ha impuesto a las potencias occidentales
Intervino por fin ante las Cortes. Antes se había dirigido a otros parlamentos, incluyendo el Europeo, al Consejo de Seguridad de la ONU, a la gala de los premios Grammy. Seguirá apareciendo allá donde encuentre eco, o peso institucional. Su rostro, endurecido y doliente, es el necesario recordatorio de quiénes somos. Necesario e incómodo: Zelenski es la conciencia de Occidente. Su presencia en pantalla nos apela, retratando de paso a los atolondrados solemnes de la Realpolitik, a los beneficiarios de Putin y a los antitodo.
Pudo huir tan pronto como comenzó la invasión, cuando EE.UU. y Europa, no sé por qué, daban por descontada la victoria rápida, fulminante, de las fuerzas rusas. Pero se quedó. Infundió a su pueblo la poderosa motivación del ejemplo y, con ello, modificó la realidad. Por eso quien siga apelando hoy a cualquier Realpolitik que suponga ceder ante Rusia incurre en contradicción: le asistirá la política, pero no el realismo. Ya no.
No se valora en su justa medida el giro que un solo hombre, al frente de un pueblo indómito y con memoria familiar del Holodomor, ha impuesto a las potencias occidentales. Para bien. Hace seis semanas, Biden reveló por despiste la disposición estadounidense a aprobar concesiones territoriales de Ucrania. Ahora tilda a Putin de criminal de guerra (ya lo era entes de Bucha) e incluso ha sugerido su destitución. Por despiste también. Hace seis semanas, Borrell esgrimía contra Rusia la amenaza de dejarla fuera de Eurovisión. Ahora apoya el envío de armas, y si no han llegado aviones a Ucrania ha sido, de nuevo, por un despiste: se fue de la lengua.
Hay varias formas de ponerle palos en las ruedas a la lucha de Zelenski. Cada una responde a un perfil diferente. Hay enemigos declarados de la democracia liberal que de repente son pacifistas. Otros han suscitado un debate inoportuno. Empiezo por estos, que pueden enderezarse con solo dejar de una vez el tema de Guernica. Se trató de un bombardeo nazi sobre población civil y, Picasso mediante, es símbolo mundial. ¿Dónde está el problema si el presidente Zelenski se vale de ese ejemplo? No caigan en errores semejantes y hagan lo correcto: apoyar sin fisuras a quien combate contra un agresor genocida.
Más miga tiene otro perfil: el jefe del PCE no aplaudió a Zelenski, y varios diputados de su partido se ausentaron de la sesión. Retratados. Ahí tiene Sánchez a unos aliados de Putin, que él solo los encuentra en la extrema derecha: sus socios de Gobierno. No es raro que prescindan de Sánchez en todas las reuniones importantes del bloque occidental.
Los últimos de la fila, el pelotón de los torpes, son esos vanidosos descontentos de todo por principio, a quienes adivino secretamente deseosos de ser azotados por un hombre fuerte. No entienden los términos de esta guerra, ni del mundo que viene: democracia liberal contra autocracias de izquierda y de derecha.