JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • Aprovecha el poder de la imagen para agitar a su favor a todo el mundo democrático

Cuando el 24 de febrero los servicios de Inteligencia de EE UU ofrecieron a Zelenski ayudarle a dejar Ucrania para huir al exilio, él les contestó: «No necesito un taxi, necesito munición». A partir de ese momento el exhumorista de 44 años, elegido jefe de Estado por los ucranianos en 2019, ha adquirido una dimensión histórica como líder de la resistencia de Ucrania a la invasión rusa. Se ha convertido en el símbolo heroico de la determinación de todo un pueblo de hacer frente a la superioridad militar de los invasores. De defender a Ucrania de las garras del régimen que representa Putin y hacer de dique de contención ante el peligro que acecha a los valores de la libertad y la democracia de toda Europa. Con su camiseta caqui, su talento oratorio, su carga emocional, se ha dirigido a los parlamentos de Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos o Israel poniendo de pie a sus diputados sin distinción de ideologías, conmovidos por el coraje moral de un hombre sin el cual probablemente los acontecimientos se habrían desarrollado de manera muy distinta.

En su biografía de Winston Churchill, Sebastian Haffner reflexiona: «Sin el Churchill de los años 1940-1941, resulta perfectamente concebible que en estos momentos un Hitler septuagenario estuviera gobernando sobre un Estado pangermánico de las SS cuyo territorio se extendería del Atlántico hasta los Urales o tal vez aún más lejos». No sabemos aún cómo será el desenlace de esta invasión que mueve los pilares de la vieja Europa, pero es indudable que, sin Zelenski como jefe de la resistencia ucraniana catalizando el orgullo de su gente para resistir el rodillo militar, las cosas habrían sido casi un paseo militar como planeaba Vladímir Putin en su despacho del Kremlin. Paradójicamente la Z del apellido del jefe político y militar ucraniano, de origen judío, una parte de cuya familia fue exterminada en la Shoah, es la letra pintada en grandes caracteres en los vehículos militares de los invasores.

Dicen que sirve para identificar a los invasores e impedir el fuego amigo, pero no deja de representar también la obsesión de Putin por eliminar política o físicamente a quien se ha convertido en el arma moral más potente y la imagen hacia el mundo que deja en evidencia el crimen de la invasión. Porque Zelenski no solo ha sabido asumir con valentía el papel que le reservaba el destino, sino que ha aprovechado el poder de la comunicación global, la fuerza de la imagen, la empatía hacia las víctimas para agitar en su favor a todo el mundo democrático. Cuando se dirigió a la Cámara de los Comunes empezó recordando el ataque de los nazis en 1940 y citando a Shakespeare. «Ahora la cuestión es ser o no ser. Nosotros seremos. Lucharemos por mar, tierra, campo y ciudad. Pero necesitamos vuestra ayuda». Y la épica contagió a toda Europa.