La portavoz de EH Bildu en el Congreso de los Diputados, Marian Beitialarrangoitia, envió durante la segunda semana de noviembre una carta a la Embajada de Estados Unidos en Madrid, en la que, no a título personal, ojo, sino en nombre de la coalición vasca EH Bildu, «trasladaban», al embajador, propiamente dicho, «al Gobierno de los Estados Unidos de América, así como al pueblo americano, su «más sincera enhorabuena por las democráticas y vibrantes elecciones celebradas». Y por los resultados, claro.
Pedían al embajador James Costos que «trasladara al nuevo presidente electo de los EEUU, al señor Donald Trump, nuestras más sinceras felicitaciones».
Llama la atención en la carta una pertinacia semántica: en unas pocas líneas usa Beti siete veces el verbo trasladar. Ni una sola vez se le ha ocurrido tirar de la vaga sinonimia transmitir, más apropiada a mi juicio: se transmite una noticia, una imagen, un mensaje, buenos deseos, el pésame, una enfermedad o, como en este caso, una felicitación por el triunfo electoral o una disposición, «a que nuestros dos países» sigan estrechando relaciones, dice; Estados Unidos y Euskadi, un duelo de titanes.
Ni una palabra de queja por el hecho de que sus pares americanos hayan impedido que el jefe político de la izquierda abertzale haya sobrevolado su espacio aéreo para ir a empujar la camioneta que llevaba las cenizas de Fidel hasta su postrero lugar de descanso. Éstas no son maneras de tratar a un par, debería haber advertido al presidente electo.
Deberían saber que a los hijos más tenaces de este pueblo no les arruga la relación con sus iguales. Los nacionalistas vascos tenían una magnífica representación en los pastores de Idaho y muy especialmente en Pete Cenarrusa, cabeza del lobby vasco y uno de los halcones del Partido Republicano. Él fue el artífice de la visita en 1988 del entonces lehendakari, José AntonioArdanza, a la Casa Blanca en la era Reagan, pero la cosa venía de antes.
En 1902, tras la guerra de los boers, el fundador Sabino envió un telegrama al entonces primer ministro británico, Lord Robert Gascoyne-Cecil, más conocido como Lord Salisbury, el político que más tiempo ha ocupado el número 10 de Downing Street después de Margaret Thatcher, en el que decía: «Salisbury, presidente (sic). Londres: Representación Partido Nacionalista Vasco felicita Majestad Británica por terminación guerra sudafricana, deseando que aquellos pueblos hallen ventajas bajo suave yugo Gran Bretaña y esperando que soberanía inglesa sea para ellos antes protección que dominación, como para otros igualmente afortunados. Arana y Goiri».
Suave yugo, manda huevos. No podía decirse que Sabino llevara la antorcha emancipadora de SimónBolívar o José Martí, pero no se acaban ahí las cosas.
La autobiografía que el PNV encarga a tres historiadores de la Universidad del País Vasco con motivo del centenario del partido, El Péndulo Patriótico, muestra un documento procedente del Archivo del Nacionalismo, en el que, el EBB (la Ejecutiva) responde a la pregunta de qué esperarían los nacionalistas vascos de una hipotética victoria alemana en la Segunda Guerra Mundial.
La respuesta peneuvista pondera en la introducción «el talento político del Führer, su sagacidad, su alto espíritu de comprensión»; en el primer punto, que «a Alemania le interesa la pacificación de España y no puede escapar a su recto sentido (de) que no hay pacificación posible sin una solución favorable a los vascos».
En el segundo, «la íntima relación del problema vasco con el problema racial alemán» y en el tercero, que «nos damos perfecta cuenta (de) que las simpatías de Alemania en España están en decadencia, y por lo tanto es de extrema importancia para el Führer recoger y captar las máximas simpatías si no quiere perder toda su influencia en España».
A ver si éstos, que eran los duros, se van a arrugar por un muro más menos. Los nacionalistas vascos son los últimos atlantistas de una España que, en su conjunto, siempre ha tirado más al Pacto de Varsovia, incluso ahora. Zorionak, Trump Jauna.