Andalucía singular

KEPA AULESTIA, EL CORREO – 24/03/15

Kepa Aulestia
Kepa Aulestia

· Lo llamativo del resultado electoral del domingo es que nadie quiere apadrinarlo desde Madrid, ni en el PSOE, ni en el PP, ni en Podemos.

La victoria de Susana Díaz en Andalucía no podría extrapolarse al resto de España ni siquiera con ella de cabeza de cartel. El sueño socialista es acabar siendo primera fuerza gracias a la atomización del voto. De modo que Díaz habría contribuido a una hipotética remontada del PSOE. Pero la capacidad de aguante que ha demostrado el socialismo andaluz responde a su singularidad y a la de aquella tierra. La característica más notable de la victoria de Susana Díaz –y la que pasa más desapercibida– es que la ha conquistado desde el poder. Solo desde el poder puede alguien atreverse a identificar su persona con su comunidad, hasta insistir en que votarle a ella era votar por Andalucía, y que votar a los demás era optar por intereses contrarios a los andaluces. Esa identificación tan unívoca parece propia del soberanismo catalán y del vasco. Andalucía son sus gentes, connotación identitaria que tiende hacia un esencialismo fáctico. Susana Díaz se lo ha podido permitir porque nadie duda de su españolidad. Pero imaginemos a otros barones socialistas vindicándose como encarnación de sus respectivas comunidades o localidades. Sonaría ridículo.

La otra característica singular del éxito del socialismo andaluz es que, a diferencia de una izquierda sociológica incapaz de soportar las miserias de la izquierda política en el resto de España, el escándalo multimillonario de los EREs y de los cursos de formación ha dejado a los socialistas andaluces más o menos donde estaban. ¿Quiere eso decir que ‘las gentes de Andalucía’ observan las irregularidades con mayor tolerancia? Quizás es el reflejo de la corrupción socializada que, compartida objetiva o subjetivamente por un número amplio de ciudadanos, se ha mostrado impermeable a juicios morales en buena parte de la geografía española. La convicción de que nadie hace un daño imperdonable si, directa o indirectamente, reparte sus ganancias, por irregulares que sean éstas. Las arengas de limpieza con que Susana Díaz ha soslayado la imputación de dirigentes del socialismo andaluz suena a una impostación que devuelve la inocencia a una Andalucía de la que ella se hace defensora a ultranza.

El Partido Popular se retrató ayer. Sus líderes territoriales y locales no quisieron ni oír hablar del resultado de las andaluzas, ni parecen muy dispuestos a fotografiarse con Rajoy. El presidente resta más de lo que suma de cara al 24 de mayo. Su candidatura a la reelección solo se explica porque, a fecha de hoy, no hay otra persona en condiciones de mejorar las perspectivas populares. Después de haber logrado el primer puesto en las andaluzas de 2012, al PP le ha faltado empatía. Es la gran lección del 22-M para el partido de Mariano Rajoy. Cada gesto de contrición por su parte queda enterrado bajo la soberbia de un poder que se sabe absoluto hasta el final de la legislatura, con portavoces que tratan de aplacar los nervios de la grada con algunas frases ocurrentes que suenan a pura provocación. Ayer fue un lunes de desbandada en el PP. Nadie quiso hacerse cargo de los resultados del domingo. Juan Manuel Moreno se disipó como un náufrago abandonado a su suerte tras un par de palmadas de conmiseración. No fue solo un mal día. Fue el síntoma fatal.

El PP comenzó a empequeñecerse desde el momento en que vio su salvación en las desgracias ajenas, cuando empezó a confiar en la debilidad de sus adversarios sin preocuparse de que su jactancia era absurda. Se empequeñeció definitivamente cuando decidió cargar contra Ciudadanos por el flanco de su catalanidad de origen. Ahora que la marea del desgaste y del cambio sobrepasa los diques de la ‘única política posible’ la autocrítica puede resultar más lesiva para los intereses populares que guarecerse en la impasibilidad. Porque ahora ya es tarde para virar. De ahí que sus candidatos a la presidencia de autonomías y ayuntamientos parezcan emular a Susana Díaz en un punto: en alejarse de la marca, en comparecer como zutanos y menganos que conocen a Rajoy solo de vista. Aunque el verdadero problema del PP es que se había contraído sin remisión en los espacios singulares de Cataluña y de Euskadi y ahora ha demostrado que tampoco entiende la singularidad andaluza.

El gran desafío de Podemos es aceptarse a sí mismos como un partido más. No será otra cosa en el Parlamento andaluz y todo indica que tampoco puede aspirar a convertirse en partido único en el resto de España. La quimera del ascenso continuo e imparable se ha acabado ya. La formación de Pablo Iglesias ha llegado al cénit de su eclosión, y ahora le toca volcar sus energías en el mantenimiento del terreno conquistado más que en la exploración de nuevos caladeros en un país en el que todo el mundo se conoce. Su resultado de las andaluzas estaba en todos los pronósticos.

El propio núcleo dirigente de Podemos había renunciado públicamente a obtener una mayor presencia en Andalucía. Pero la profecía autocumplida no ha sentado bien en el nuevo partido que, de entrada, ya no puede seguir jugando a la transversalidad voluntarista del ‘ni somos de izquierdas ni de derechas’, porque Ciudadanos le ha cerrado el paso. Aunque tampoco parece lo más aconsejable para sus aspiraciones que se encelen en acabar con IU al modo en que lo han intentado en Madrid.

KEPA AULESTIA, EL CORREO – 24/03/15

 

Lo más llamativo de las elecciones andaluzas es la insolidaridad que ha aflorado en el seno de los socialistas, de los populares y de los ‘novísimos’ de Podemos, ante un resultado que nadie quiere apadrinar en la política nacional.