El plató nacional

KEPA AULESTIA, EL CORREO – 28/02/15

Kepa Aulestia
Kepa Aulestia

· Podemos ha desbordado a la izquierda abertzale desde un set de televisión.

El debate sobre el estado de la nación que debía desarrollarse entre martes, miércoles y jueves en la Carrera de San Jerónimo acabó trasladándose a otros espacios. Reina la impaciencia al dar por supuesto que el actual panorama parlamentario está superado en las preferencias de la gente. Pablo Iglesias pasó de asistir a un pleno de la Cámara europea para replicar a Rajoy en las cercanías del Congreso. Rosa Díez y Alberto Garzón se ausentaron de sus escaños mientras el portavoz popular, Rafael Hernando, se dirigía a ellos en ese insoportable tono faltón que le caracteriza, cuando una y otro atendían en directo a un programa de televisión fuera del hemiciclo. No es solo una metáfora. Es que el corrimiento de tierras que experimenta la política española tiene mucho que ver con la conversión del foro público en un plató que sigue reglas muy distintas a las del reglamento parlamentario, adelantándose al escrutinio electoral.

El presidente Rajoy afrontaba el debate con datos indiscutibles de que la economía española se está recuperando. Pero tampoco con tantas evidencias como para poder prescindir de sus recurrentes menciones a la herencia recibida de los socialistas. La señal más llamativa fue que afloró en la tribuna del Congreso la faceta más implacable de Mariano Rajoy, respondiendo a las críticas y a las acusaciones de la oposición con las descalificaciones y el tono autoritario de quien olvida que su absolutísima mayoría está ya amortizada en la percepción ciudadana, como probablemente lo esté también su figura, a pesar de que haya dejado al PP sin recambio. Pero eso forma parte de la ‘política politiquera’. Porque el error de percepción más grave en el PP es otro. Es suponer que el anuncio de la reactivación acallaría la contestación social. Todo lo contrario. Están siendo los primeros signos de recuperación los que parecen dar cuerpo político a las exigencias ciudadanas. Es precisamente la salida de la crisis la que interpela al partido en el Gobierno sin concederle ningún mérito porque hoy España esté mejor que hace tres años.

Ganó Pedro Sánchez el martes, aunque también desapareciera del hemiciclo el miércoles. Victoria que Pablo Iglesias le discutió proclamándose ‘jefe de la oposición’. Un paso arriesgado, porque da por descontado que todo lo que se está moviendo favorece a Podemos, y que nada de lo que hagan en adelante puede perjudicarles. Hasta ayer mismo era más o menos habitual que personas que hubiesen asumido responsabilidades públicas pasaran de la vida política activa a aconsejar a otros. Esta es la primera ocasión en que politólogos que han asesorado a gobiernos extranjeros y a partidos locales se deciden a ser ellos mismos protagonistas del plató. Pero hay una medida con la que no acaban de dar, el equilibrio entre «la soberbia y la arrogancia» –en palabras del propio Iglesias– con que se conducen y su renuencia a conceder el beneficio de la duda a tantas personas que desean postularse como candidatos de la ‘nueva política’ en su localidad.

Los portavoces del PNV y de Amaiur en el Congreso parecieron congraciarse con los cambios que se atisban a muy corto plazo. La sola perspectiva de que en adelante no será tan fácil que se gobierne con mayoría absoluta obligaría, en su pronóstico, a la negociación. Cualquier situación sería, a su entender, mejor que la experiencia vivida con un Rajoy impasible en La Moncloa gracias a que en los últimos tres años los populares han acaparado un poder inédito en democracia. Pero es muy difícil imaginar un panorama más favorable a los jeltzales y a la izquierda abertzale que el ‘bipartidismo imperfecto’ con el que se han acostumbrado a tratar, los primeros apurando las oportunidades de la bilateralidad, los segundos recreando continuamente la confrontación con el Estado concebido como una realidad opresora.

La transformación del ‘bipartidismo imperfecto’ en un arco parlamentario fragmentado en las Cortes Generales podría sacar tanto a los jeltzales como a la izquierda abertzale del plató, como de hecho ha ocurrido ya. Es posible que en términos electorales el PNV acabe siendo la formación menos afectada por los cambios que se avecinan, pero eso no quiere decir que no vaya a resentirse políticamente. Sencillamente porque su política se encuentra más atada a la suerte del PP y del PSOE de lo que sus portavoces tratan de dar a entender. Los diputados del PNV votaron el jueves en contra de la propuesta de resolución socialista que instaba a la reforma de la Constitución. «No nos pillarán en esa», sería el mensaje jeltzale, «porque lo nuestro es dotarnos de nuestro propio estatus político negociado de tú a tú con un Estado cuya deriva constitucional ni nos incumbe ni nos conviene más federal». Pero si tales planteamientos no han podido casar hasta la fecha con la ‘vieja política’, puede ser aun más difícil que seduzcan a la ‘nueva política’ que ya se encuentra instalada en el plató.

Por su parte, la izquierda abertzale podría sufrir serios daños, tanto electorales como políticos, si las dos formaciones que en su imaginario han encarnado al Estado, los dos partidos cuyos militantes fueron perseguidos y asesinados, se vienen abajo ahora, después de derrotar al terrorismo. Son las paradojas concatenadas, unas crueles y otras hasta jocosas, que nos brinda el momento. La izquierda abertzale venía anunciándolo todo, el derrumbe final del «régimen –en su caso- del 77», el fracaso definitivo de un sistema al servicio de la economía financiera, la caída del Estado español y su sustitución por la eclosión de los pueblos sin estado. Y mira por dónde acaba quedándose corta ante el inesperado empuje de una alternativa aun más total – Podemos y las plataformas locales que secunda– que ningunea a todo el mundo, incluidas las huestes desmovilizadas del último reducto terrorista de Occidente.

Ni Arnaldo Otegi sería capaz de darle la vuelta a esto, porque los dirigentes del MLNV que tan hábilmente se han situado al frente de cada manifestación no ofrecen interés alguno para el plató. Y la ‘nueva política’ no parece dispuesta a que nadie le agüe la fiesta. Será que la izquierda abertzale pertenece a la política más vieja, y que ha surgido un fenómeno sincrético que la desborda reverdeciendo la lucha de clases y hasta «El origen de la familia, la propiedad privada y el estado» de Engels en un set de televisión.

KEPA AULESTIA, EL CORREO – 28/02/15