El redentor

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 29/09/15

· Estas elecciones catalanas, tan interesantes, han acabado con uno de los grandes mitos del pensamiento optimista español: la existencia de un voto oculto antinacionalista, que en una situación de emergencia sería capaz de desvelarse y dar una patada al sombrío separatismo. La hipótesis sobre la existencia de ese voto redentor se basaba en un hecho verificado: la diferencia de participación, en Cataluña, entre las elecciones generales y las autonómicas. La media de esa diferencia es de casi 12 puntos, y había tenido sus dos extremos en el gran año socialista de 1982, en el que votó un 80,8% del censo, y en 1992, cuando la habitual victoria de CiU se produjo con un disminuido porcentaje del 54,8%.

Una cierta sospecha sobre la naturaleza fantasma del votante redentor se materializó en 2012 al ganar Artur Mas las elecciones con la participación más alta de la serie histórica: un 67,7. Pero los diez puntos de aumento respecto de esa marca que se registraron en las elecciones del domingo acaban con el mito para siempre. Si existió ese votante refractario al nacionalismo, habitante de la periferia metropolitana, abúlico y moralmente forastero, que sólo se tomaba el trabajo de ir a las urnas cuando Adolfo Suárez o Alfonso Guerra desembarcaban en Santa Coloma, por utilizar el verbo tan gracioso que gastaba siempre la prensa catalana, oxímoron; si existía, digo, ese varón que iba a cambiar las cosas, ahora está muerto y acaso enterrado en su Iznájar, adonde volvió ya enfermo. Alguno de sus hijos, por cierto, vota por el Sí, padre.

Asegurar la existencia de un voto oculto y de una mayoría silenciosa es un atrevimiento de gran calado en un mundo tocado por el exhibicionismo y el griterío. El silencio, en un sentido amplio, se ha convertido en uno de los grandes refinamientos de nuestro mundo, profundamente incompatible con las mayorías. Al supuesto votante oculto catalán, por otra parte, no sólo se le pedía que hablara, sino que hablara bien. Cataluña tiene tan buena opinión de sí misma y de sus recursos que hasta este ejército de salvación se atribuía. Pero la realidad hosca y desagradable asoma.

Cataluña es hoy lo que parece. Un lugar donde la mitad de su población electoral ha facultado a un grupo de políticos para que emprendan un acto ilegal contra la soberanía del resto de los españoles. Es decir, un lugar apreciablemente lleno de fanáticos cuya relación con la realidad es tan dudosa como la existencia del abstencionista que iba a redimir a los catalanes, en especial del mal que comienza por sí mismos.